Desde Uganda sin amor

Written by | Opinión

AMICUS CURIAE

Caricatura por: Alejandra Arroyo

Caricatura por: Alejandra Arroyo

En las semanas pasadas, el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, ratificó una ley que criminaliza la homosexualidad con penas que van desde los 14 años de cárcel hasta la cadena perpetua. El principal argumento de Museveni es que, según científicos consultados por su gobierno, no hay pruebas que avalen que la homosexualidad es una cuestión genética y que, por tanto, ser homosexual es una decisión. Siguiendo con esta línea de pensamiento, Museveni propone que, siendo la homosexualidad una decisión de cada persona, entonces puede ser tanto inhibida como revertida y, por ende, erradicada.

Honestamente difiero enormemente de la visión del mandatario ugandés. Yo sé que no es un argumento muy científicamente fundamentado de mi parte por lo que pido disculpas de antemano, sin embargo, en lo personal profeso una profunda admiración hacia las personas que abiertamente admiten su homosexualidad ya que me parece que es una maravillosa prueba de valor y de congruencia con uno mismo. Si partimos de la premisa de que aún vivimos, lamentablemente, en una sociedad que señala y discrimina a los homosexuales, ¿suena lógico que alguien quiera ser gay?, es decir, ¿alguien aspiraría a formar parte de un grupo de personas que en general es atacado por la sociedad?, es debatible, pero en general me parece que no. Por tanto, el “salir del clóset” considero que es algo digno de ser admirado.

Algunos podrán argumentar que se debe respetar la soberanía nacional, o que debe prevalecer la opinión mayoritaria de la población ugandés a favor de criminalizar a la homosexualidad. Pero recordemos que una de las características de los derechos humanos es que son universales, lo que significa que son derechos que deben ser considerados como válidos, y respetados, sin importar del lugar en donde la persona se encuentre.

Nuestra labor como críticos a la distancia es indignarnos, indignarnos y ser muy vocales al respecto, presionar a nuestro gobierno local para que detenga la sinrazón que representa oponerse al amor sincero entre dos personas. Recuerdo perfecto una campaña publicitaria de Amnistía Internacional consistente en colocar en espacios públicos de metrópolis, principalmente de países mal llamados “de primer mundo”, carteles que mostraban escenas de vejaciones nefastas como torturas y otras violaciones graves a derechos humanos, con un mensaje muy impactante al margen, ese mensaje era: “no está sucediendo aquí, pero está pasando ahora”. Creo firmemente en ese mensaje. Estoy convencido de que indignarse y mantener la opinión pública enfocada en combatir la violación a derechos humanos alrededor del mundo es de suma importancia.

Situaciones como decidir con quién compartir una vida son cuestiones personalísimas y que, por tanto, no deben ser sometidas al referéndum de lo que los demás opinen. La libertad no se somete a votación. El derecho a amar no se otorga, se reconoce.

Rubén Alvarez Escobar

ruben.alvarezer@udlap.mx

Last modified: 12 marzo, 2014