Honesta ilegalidad

Written by | Opinión

AMICUS CURIAE

Como cada martes, saliendo de mi clase de diez de la mañana me dirigí a aquél destino color paja y azul; aquella delicia culinaria de doce pesos la orden. Ahí estaba ella, Doña Marcela, con su sonrisa característica, su amabilidad inmutable y unos ojos que reflejan cansancio de una vida de trabajo; cansancio que únicamente se ve opacado por la honestidad que delatan sus ojos y su trato con la gente. Déjenme decirles: el cielo existe en la tierra y toma la forma de una orden de tacos de canasta.

Mientras ingiero mis tacos platico con Doña Marce, quien me cuenta que se tiene que levantar a diario a las cuatro de la mañana para hacerle el desayuno a sus hijos, ir a comprar la tortilla y preparar la canasta, todo esto para estar a tiempo a las ocho: lista para empezar la venta del día. Me cuenta, también, que el kilo de limón está a 38 pesos y que antes cinco kilos se los vendían a 20. Algo curioso sucede dentro de mí; y es que mientras más la escucho más me convenzo de que no hay maldad en sus palabras y más la admiro.

La economía informal está integrada por aquellas actividades económicas que no están legalmente constituidas y por ende no pagan impuestos por concepto de declaración de ingresos. De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en 2012 el 29.1 por ciento de la población nacional laboralmente activa pertenecía al sector informal. Carlos Cárdenas, presidente del Instituto Mexicano de Contadores Públicos, reveló que la recaudación fiscal actualmente equivale apenas al 10 por ciento del Producto Interno Bruto, mencionando que esta circunstancia impide un mayor desarrollo económico del país. Es decir, en lo económico, la informalidad nos afecta.

Ahora bien, el artículo 123, apartado A, fracción VI de la Constitución Mexicana establece que el salario mínimo debe ser suficiente para proveer educación y satisfacer necesidades materiales, sociales y culturales de una familia. Es de hacerse notar que actualmente el salario mínimo es de entre 64 y 61 pesos diarios, es decir, Doña Marce hubiera gastado más de la mitad de su salario en un kilo de limones suponiendo que ganara el mínimo.

¿Se puede culpar a las personas por aspirar a una vida digna? Una vida digna que los salarios y oportunidades laborales que existen en México no pueden garantizar. Me parece que no. Las personas necesitan pagar la renta, necesitan comer. No podemos juzgar a las personas por querer vivir dignamente y no sólo sobrevivir. Al final, la realidad es que lo que muchas de estas personas hacen, lo que Doña Marce hace, aun cuando no se ajusta a la estricta legalidad, es un trabajo honesto y eso es algo que muchos que trabajan en la economía formal no pueden presumir.

Rubén Alvarez Escobar

ruben.alvarezer@udlap.mx

Last modified: 23 abril, 2014