La noche de los cristales rotos

Written by | Opinión

Cafeína para despertar

Nunca han pensado que si se hubieran despertado más temprano, si no se hubieran regresado por su suéter, si hubieran decidido contestar esa llamada, caminar más rápido, irse un minuto antes o un minuto después ¿todo habría sido diferente?

La semana pasada me asaltaron apenas a dos cuadras atrás de la universidad entre las ocho y las nueve de la noche. Esa fue mi primera experiencia viviendo el México que aparece en las noticias, el que analizo en clase, el México del que todos nos quejamos, el que –paradójicamente– es una realidad y a la vez, una distopía casi imperceptible: El México violento, fragmentado, colapsante e impune. Fue la primera vez que supe a qué sabe la impotencia y el coraje; fue hasta entonces que comprendí lo vulnerable que somos todos, lo injusto que resulta vivir en un lugar donde a nada ni a nadie se le respeta. Fue la primera vez en la vida que me desencanté de mi país y mi gente.

No entiendo qué es eso que hacemos tan mal como sociedad para criar a personas que crean que aterrar a otras es divertido, que su situación –cualquiera que sea– les da derecho por sobre el resto a actuar como se les venga en gana, que el acto de robar por robar se justifica a sí mismo porque en su racionalidad yo soy “una niña rica” y ellos unos “jodidos”. Yo estaba dispuesta –y si me volviera a pasar aún lo estoy– a entregar todo lo que me pidieran. No existía una razón para destruir los vidrios de mi coche y reír mientras lo hacían, para forcejearme y asustarme de la manera en que lo hicieron. Y es que algo como país estamos haciendo tremendamente mal cuando hemos criado seres humanos que encuentran la diversión en la violencia y en ésta, el poder.

Tuve la suerte de contar con la ayuda de unos nuevos buenos amigos, compañeros de Ciencia Política a los que otra vez les agradezco todo lo que hicieron por mí ese día. Me contaron cómo y cuándo ellos habían sido víctimas de lo mismo; resulta ser que me convertí en parte de la regla, no de la excepción.

Me dan muchísima lástima mis asaltantes, lástima su odio, su motor, su modus operandi y el objetivo de sus actos. Me da tristeza el país en el que estoy y me da miedo ver en lo que se está convirtiendo. Me da coraje que la policía nunca contestara, que el sistema no sirva de nada y yo, como muchos otros, sólo pueda resignarme a decir “pues ya ni modo”.

María Fernanda Soria Cruz

maria.soriacs@udlap.mx

Last modified: 23 abril, 2014