LA DEMOCRACIA REFLEJANTE

51 por ciento de la población de los Estados Unidos es mujer, sin embargo, sólo el 18 por ciento del congreso de los EE.UU. está conformado por mujeres. Siguiendo el curso de las campañas para las elecciones de medio término, esta semana cubrí un evento relativo a la “democracia reflejante” en el Center for American Progress. La pregunta central de esta conferencia fue si el Congreso es verdaderamente el reflejo de la población estadounidense y cómo lograr que se asemeje más. A lo largo de la discusión se trataron temas de discriminación de género, tipificación de los puestos a los que aspiran niños y niñas y las oportunidades provistas para ellos.

La llegada de Barack Obama a la presidencia en 2008 hizo parecer que existía una equidad de representación y oportunidades para las personas de color. Sin embargo cabe señalar que sólo el 11 por ciento del Congreso se conforma por “personas de color” a pesar de que el 37 por ciento de la población estadounidense es de color. Mientras escuchaba tales cifras, me fue imposible trasladar estas preguntas a México. ¿Cuántas minorías están representadas en nuestro Congreso?

La premisa principal de la “democracia reflejante” es que las personas que conforman el Congreso también deberían representar a los grupos étnicos a los que pertenecen. Pero, ¿es verdaderamente necesario? Bajo esta premisa, se supone que yo debería votar preferentemente por un hombre latino. También se da por hecho que, el que compartamos un grupo étnico le da a ese candidato un mejor entendimiento de mis necesidades e intereses, ¿acaso una mujer blanca no podría entender las mismas necesidades? ¿Se asume que la ideología política está directamente ligada al grupo étnico al que se pertenece?

Me parece entrañable que se intente hacer una representación más equitativa y balanceada de la población, pero no me parece necesariamente el más sensato de los caminos.