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Por muy humanos que seamos todos los que podamos criticar el presente ensayo, ciertamente es necesario reconocer que nuestros nexos como especie son, tanto variados y sesgados hacia lo positivo como a lo negativo.
Por un lado, apreciamos la amistad, el amor, la cooperación, la coexistencia pacífica. Por el otro, el desprecio, la aversión, el rechazo, la enemistad y el odio. Demasiada distancia entre un polo y otro, partiendo de la idea de igualdad entre los humanos –al menos en principio–.
Franz Kafka logra adentrarnos en la curiosa vivencia de un sujeto que se encuentra afectado por su relación –más ajena que cercana– con una mujercita joven, de cabellos rubios y movimientos ágiles, quien de manera enteramente irracional odia y siente una profunda aversión hacia él. El cuento denota el sentir, y expone los pensamientos y sentimientos que confunden al protagonista, en un intento por comprender y solucionar este extraño aprieto, en caso de que haya alguna forma de hacerlo.
Humano es homónimo de nada, sólo una complicación benéfica mal entendida. Así, es también permisible el presentirnos en ocasiones no tan afines a nuestros iguales, y es derecho innegable la separación toda vez que dicho alejamiento procure el mutuo beneficio. Pues, si alguna vez fuera intolerable el encontrarse en la misma habitación, o incluso mirarse, es deseable la soledad al finiquito vital de alguno de los participantes.
Marco Árcega C
marco.arcegaca@udlap.mx
Last modified: 11 noviembre, 2014