La palabra “prevención” es fácil de entender pero no de emplear. En una sociedad como la mexicana, incluso, resulta gracioso toparse con alguien que se dedica a planificar su agenda en torno a diversos lineamientos que brindan seguridad. Optar por el conductor designado cuando a uno se le pasan las copas, asistir frecuentemente a chequeos médicos generales y no hablar por celular cuando se va conduciendo son meros motivos de mofa… “¡Qué exagerado!”, le gritan a quien aplica en su vida diaria dichas acciones cautelosas.
Toda medida que se tome de manera anticipada para evitar que suceda una desgracia es sinónimo deprevenir, pero en México, una u otra precaución es,más bien, un exceso. Lo es antes de que arribe el desastre porque, una vez sumidos en él, cómo suplica el país haber estado preparado para combatirlo: se vio en el New’s Divine; en la guardería ABC; en Guerrero con las grandes tormentas Ingrid y Manuel; con el huracán Odile en Baja California; en la línea 12 del metro de la capital. La lista es interminable y seguirá siéndolo mientras en el Estado, la cultura de prevención de desastres no esté a la orden del día.
El 6 de febrero, dos bares de Cholula, en Camino Real, ardieron. Y más allá de que el saldo humano haya quedado en ceros -¡Sí! ¡Gracias a Dios! ¡Cruz, cruz! ¡En nombre del Padre…!-, el accidente nos debe arrojar algo más que notas informativas donde sólo se contempla qué pasó. La mayoría de los accidentes “no queriendo” son fallas prácticamente prevenibles… Aunque usted no lo crea.
Según Germán Álvarez, doctor de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de México (UNAM), la ciudadanía mexicana carece de una educación preventiva puesto que no está preparada para enfrentar una catástrofe: “a pesar de vivir en constante riesgo, no hay herramientas necesarias para reaccionar de manera óptima”. Por otra parte, de acuerdo con datos de Seguros Monterrey New York Life, del total de sus clientes, sólo 50 por ciento cuenta con el beneficio de invalidez total y permanente. Cifras de la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) señalan que únicamente 22 por ciento de los adultos mexicanos tienen algún tipo de seguro. Esto arroja un obvio patrón repetitivo en el pensamiento del paisano: “a mí no me va a pasar nada”, argumenta la mayoría.
En el caso concreto de los establecimientos cholultecas, “El Club 2010”, donde principió el incendio, y “Aita”, el segundo afectado, el accidente se dio a partir de un aparente cortocircuito. Pero, ¿por qué a casi tres semanas del percance el bar que provocó la flama sigue retenido? La clausura del lugar, sin duda, se debe a que en los días posteriores al percance se estaría investigando las causas que provocaron el siniestro. Eso dijeron y aún no dicen nada. La versión sigue siendo una supuesta falla de contacto y hasta ahí. En las declaraciones posteriores al incidente, el titular de Protección Civil del municipio, Dagoberto Sanromán García, informó que el restaurante-bar cuenta con todos los permisos correspondientes y que su documentación está en orden. También se cumplían, figuradamente, las medidas de seguridad. En su columna “Accidente Accidental”, Sergio Sarmiento analiza la tragedia cercana de la pipa de gas en el Hospital Materno Infantil en Cuajimalpa. Con una cifra de tres muertos y 72 heridos, el periodista hace hincapié en que, a pesar de que es común creer que la muerte por accidentes es inevitable, no es así. Los protocolos en México no incitan a la precaución: “cada vez que hay un accidente, lo cual es muy frecuente, se anuncian medidas de prevención que se van relajando con el tiempo”, argumenta el columnista del diario Reforma.
México tiene el séptimo lugar en el mundo por accidentes automovilísticos, según la organización México Previene. Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), revela que 37 mil personas fallecen anualmente por motivos accidentales.
Así, el incendio de un par de bares en la calle de copas más exitosa de Puebla quedará en puntos suspensivos. Podrán tener todo en regla pero no asumirán una cultura de la prevención.
¿Que “El Club 2010” haya tenido un techo de paja seca aumenta la precaución? No lo creo. Partamos de ahí para entender qué tipo de raciocinio emplea el mexicano en cuestiones de seguridad. ¡Vamos! Es como colocar aparatos eléctricos en un parque acuático. Nadie conocerá el trasfondo de un suceso que tan sólo quedó en “cortocircuito”.
Willy Budib
guillermo.budibhe@udlap.mx
Cholula Cortocircuito Incendio Prevención
Last modified: 25 febrero, 2015