No seamos borregos

Written by | Lectores Pasivos, Opinión

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Desde chiquita he oído a mi abuelo repetir la frase: “Yo sólo sé que no sé nada”. A mi corta edad asumí, ciegamente, que esas palabras habían sido forjadas en la sabiduría de su vida. Me resultaba una reflexión bastante peculiar y cada vez que la escuchaba llegaba a diferentes interpretaciones. Se supone que así percibimos el mundo: distinto todo el tiempo. Mi percepción de hoy se siente mucho más personal e inconclusa, como una conciencia de que no tengo todas las respuestas. Acepto que sé nada en comparación con lo que ignoro, pero eso no evita que tenga juicios al respecto y prefiero cuestionar –sin encontrar la verdad– en lugar de aceptarla únicamente.

Supongo que siempre he estado enamorada del amor; del amor ficcionalizado que no termina si no hay un final feliz. Lamentablemente he conocido finales muy tristes (y no me refiero al amor de pareja). En esta columna no quiero hablar de ese 14 de febrero que se despliega en todos los mensajes de mercadotecnia del país.

Me agrada la idea de festejar fechas felices, más por recordar esos momentos que produjeron cierto placer en nuestra vida que por sacralizar eso que se festeja. No creo en un cupido maravilloso que nos flechará al amor de nuestra vida; tampoco creo en las almas gemelas. Me gusta más la idea de trabajar por algo; conocer a una persona con la que podemos congeniar e ir librando esas pequeñas batallas que logran que estemos en una relación o nos rompan el corazón.

Tampoco creo en el amor eterno. No creo que nada sea eterno. Confieso que habrá personas a las que amaré toda mi vida sin importar nada, pero que con mi muerte ese amor también morirá, así que más bien celebro el ir creando vínculos con las personas. En vez de llenarnos de regalitos, rosas y perfumes, creo que deberíamos festejar la capacidad del ser humano de sentir una conexión con el mundo, deberíamos evitar acostumbrarnos a ver situaciones violentas (entendiendo que la violencia no sólo se presenta en golpes y guerras, sino en la falta de armonía) y, ahora que la fiebre del 14 se va desvaneciendo, considerar si no sería mejor festejar que el ser humano puede amar. Fortalecer esa capacidad para dotar de vida a lo que nos rodea, evitando objetualizar lo que nos estorba. Propagar situaciones de comprensión en vez de destrucción.

REBECA MORA C.
rebeca.moracs@udlap.mx

Last modified: 17 febrero, 2015