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“Se da, por supuesto, un éxtasis al comienzo, pero un amor es ante todo una construcción duradera. Digamos entonces que el amor es una aventura obstinada. El filón aventurero es necesario, pero no lo es menos la obstinación. Abandonarlo al primer obstáculo, a la primera diferencia seria, al primer enojo es una desfiguración del amor. Un amor verdadero es aquél que triunfa en el tiempo, dura(ble)mente, a pesar de los obstáculos que el espacio, el mundo y el tiempo le oponen”
Una vez más hay que hablar del amor. Porque el tópico es inagotable, porque lo único cierto es que no sabemos nada de él, porque añorándolo o no es preciso que como un dolor eufórico sea respirado y punce en lo profundo del pecho. Porque hay muchos tipos, porque nos interesa uno en particular: el erótico.
El amor debe platicarse, debe acariciarse entre risas y diálogos serios. El amor debe enaltecerse poco a poco, por sí solo, hasta que la memoria de los enamorados quede erradicada del pasado y del avenir por los segundos que dure una mirada. Debe consumir el frío de la mañana, el viento del parque, la lluvia sobre el tejado o el calor del encierro que les rodea; y poco a poco debe robarles a los amorosos el tiempo tersamente. Debe tomar prestadas dos manos y cuatro labios para colocar, prensados en un telar de cama, dos cuerpos abrazados que duermen sus esperanzas y angustias en la mejilla suave del otro. La cercanía es pues, más que una necesidad, una obligación de la voluntad, imperiosa y ansiosa: compendio irresistible de la imposibilidad de estar dentro del otro por siempre. Y debe también en ocasiones erectar el deseo, cosquilleando eléctricamente un vientre, entregar la barbilla al pecho, abrazar con las rodillas en los costados, comprimir toda esa necedad de ser uno con el otro estrujando con rabia y precaución los cuerpos en la convulsión de un beso cortamente duradero entre dos sexos mejores oradores que dos lenguas.
Allende, empero, el amor va.
Alain Badiou y Nicolas Truong hacen gala de su sapiencia filosófica para adentrarse y comentar un tema que muchos filósofos tratan de evadir debido a la frustración que suscita el reconocer que de él nunca se obtendrá conocimiento cierto. Desde las realidades que amenazan al amor, pasando por la política y la construcción de “verdad” que origina el amor hasta el propio arte, los autores llevan a cabo con soltura, mas energía, una serie de comentarios a partir de una conferencia en la que alguna vez participaran; tratando de explicar su concepción sobre el amor al tiempo que llenan a la audiencia (o en este caso lectores) de asombro y admiración por esta pasión de la que par todos debe ser prioritario aprender para amar, y por ende, vivir mejor.
Marco Árcega Corona
Last modified: 29 febrero, 2016