Díganle que sí

Written by | Cafeína para despertar, Opinión

cafeina-01

Últimamente he tenido mucho tiempo para pensar. A veces creo que si la Fer Soria del pasado pudiera verme hoy, no se reconocería en mí. Soy muy poco de lo que fui. Mi novio, quien me conoce desde antes de que yo aprendiera a multiplicar y dividir, siempre dice que soy una niña. Tiene toda la razón, aunque yo me definiría más como un cachorrito. Sé madurar en todo, pero no en mi corazón. Amo como un can, porque ellos aman de verdad (mi perrito me lo enseñó).

Cuando entré a la Universidad, me daba pánico el futuro. Veía a las personas graduándose, haciendo tesis, firmando títulos; todos estaban tan seguros de sí, era como ver un desfile de triunfadores, una fila en la que yo, estaba casi hasta la cola. Así que aguardé pacientemente a que llegara mi turno, esperando que ese día, yo estuviera segura y libre de miedos, acompañada por la gente que ama, feliz de que fueran los testigos de mi vida. Aquí estoy hoy, al frente de la fila, teniendo exactamente la misma cantidad de pánico que cuando inicié. Nada tiene sentido.

Lo cierto es, que en estos 5 años he aprendido mucho y al fin he entendido, que no se trata de perder el miedo, se trata de construir con base en él. Así que en exactamente dos meses voy a desfilar, con miedo, sí, pero también sabiendo que aquí, mi presencia se sintió, que di todo de mí, que me entregué a este proyecto, que lo hice propio, que supe compartirme, caerme, destruirme y volver a comenzar. Me voy de la Universidad, sabiendo que crecí, que toqué vidas, que hice mi parte y que nada me falta por dar.

A tres semanas de despedirme de La Catarina, de Opinión, de mi equipo, del espacio que encontré y en el que pude ser sin pretender;  cada letra que escribo tiene un peso más simbólico que la anterior. Escribir es lo que más voy a extrañar, junto con la familia que aquí encontré y que me quiso.

A los me leen, a todos ustedes les pertenecen mis columnas. “Cafeína para despertar” es tan suya como mía. Sin que yo sepa bien hasta la fecha, a quién alcanzan mis publicaciones, con todos y cada uno de ustedes estoy eternamente agradecida, porque me hicieron feliz, me ayudaron a encontrar mi lugar. Así que a 3 semanas de irme y –evidentemente– llena de melancolía, quisiera darles un último consejo, el más importante y por el que yo, guío mi vida.

Amen.

No le tengan miedo al amor. Amen lo que hacen, cómo se ven, lo que leen, lo que son, lo que dan. La mayoría de mis columnas hablaban del amor, porque de verdad creo que es magia y que nosotros somos capaces de crearla. Creo que el amor existe y que gracias a él gira el mundo. Amen hoy, porque hoy es todo lo que tienen. Amen a pesar de sus miedos, sus problemas, su pasado, sus cicatrices, sus errores. Amen a pesar de todo. Construyan al amor, en la forma en la que prefieran y aférrense a ello, porque vale la pena. Amar vale la pena. Si quieren, arrepiéntanse de todo, menos de amar.

Creo que hablar de amor es complicado, porque hemos pasado miles de años idealizándolo. La verdad, es que tiene muchas caras, caras que a veces nos negamos a ver porque no empatan con Cenicienta, con la vida perfecta y con lo que nos prometieron que íbamos a sentir. En 5 años, he aprendido que el amor es más, más que “vivir felices por siempre”. Implica paciencia, trabajo y entrega. El amor te invita a aceptar lo mejor, lo bueno, lo tolerable, lo doloroso, lo feo y lo peor de otros y de uno mismo. Creo que amar y ser amado es una bendición ( y es muy difícil que yo utilice la palabra bendición para describir cualquier cosa) y creo que el amor implica esperar y dejar ir. Pero también creo que implica volver y perdonar.

Si tuviera que ponerlo en una palabra, yo entiendo al amor como una construcción en constante obra negra. No es un edificio del que admiras su belleza y perfección, al amor lo veo más como ladrillos, polvo y sudor. Un proceso constante de tumbar y levantar muros y columnas, abrir espacios, recoger ventanas rotas, rasguñarse con la viga que no viste, perder planos, hacer nuevos, poner chapas, tragaluces, pisos, espejos. El amor es la construcción del lugar dónde queremos estar y mientras construimos, nosotros también crecemos.

Si se toman un momento para pensarlo, no hay nada que sepan ya, que no hayan aprendido gracias al amor. Así de grande es. Creo que el amor toma tiempo y que no es un paseo en el parque, aunque nos empeñemos en entenderlo así. Y creo, que es súper difícil de encontrar. No lo abandonen cuando lo hagan. No lo dejen ir.

Creo que la capacidad de amarlo todo, lo bueno y lo malo por igual, es un súper poder. Creo que el amor debe ser honesto y que en su intento por serlo, a veces resulta doloroso. Sin embargo, ahí estamos, apostándole todos los días, todo el tiempo, porque importa.

Así que si aman, que lo harán, ámenlo todo. Muéranse de miedo, pero amen igual. Amen y dejen lo que aman ser libre. Me gusta pensar que el amor es libertad y que, cuando aprendemos a amar así, siempre vuelve a nosotros, porque no es una cárcel, el amor es un hogar.

De todo lo que pueden rechazar, rechacen todo, menos al amor. No lo idealicen, constrúyanlo, crezcan con él, háganlo suyo, empiecen de nuevo. Confíen. No renuncien jamás, si creen que lo que sienten es amor, aunque les muestre su peor cara.  Al amor díganle que sí. Díganle que sí. Siempre.

Fernanda Soria Cruz
maria.soriacs@udlap.mx

 

Last modified: 22 abril, 2016