La semilla del Diablo

Written by | Ágora, Libro de la semana

“Tienes una habitación para ti, ¿lo sabías? […] Está empapelada de blanco y amarillo, y hay una camita blanca con barandas amarillas, y no hay ni una gota de negro brujeril en todo el sitio […] Y por si eres curioso, que sepas que yo soy la señora que ha estado proporcionando toda la leche que te has bebido. Apostaría a que pensaste que venía en botellas; pues no, viene en madres, y yo soy la tuya. Así es, señor Cara Preocupada. Parece que no te hace mucha gracia la idea.”

Mito o no, fantasía, imaginación, imposible de creer, cuento estimulante y atemorizante o pura verdad desconocida, realidad invisible que de alguna u otra manera presentimos a nuestras espaldas junto con el miedo. Eso es el Bien y el Mal. Eso es Dios y su aparente antagonista. En última instancia, y es preciso sincerarnos aquí, todo se reduce a la simplicidad más compleja en la existencia de todo el imaginario humano: el acto ciego, confiado y fervoroso de la fé. Esta, a su vez, puede ser explicado a través de la voluntad no sólo de confiar, sino de creer. Y, bien puedo aseverar, nada es más complicado que ello. Sin embargo, me gusta suponer que incluso el menos creyente tiene por ocasiones una intuición… una especie de temor extraño, de sospecha e interés por estos temas de la bondad y maldad dentro del mundo espiritual. Es posible que nos hallemos demasiado influenciados por ideas sociales de las cuales escuchamos antes de aprender muchas otras cosas ciertamente más importantes de la vida. Pero alguna función ha de tener; nada es gratuito, nada es fortuito. El miedo, sea su fundamento verosímil o no, religioso o no, Dios o Satán… ejecuta una misión. Hace dudar, amedrenta.

Posiblemente, la novela de Ira Levin sea una de las más originales, innovadoras e impactantes dentro del género del suspenso, del terror. Publicada en 1967, con una temática impensable y revolucionaria para la época, los mitos que rodean a la brujería cobran vida cuando un grupo de fanáticos trata de darle un hijo a Satanás, sirviéndose de una madre humana. Se trata de un escrito donde lo malévolo colisiona estrepitosamente con la inocencia, donde las ambiciones destruyen la confianza y el amor, y donde puede apreciarse el proceso de desintegración de la cordura hasta llegar a rascar los bordes del desquicio para dar paso a la impresión por confirmar que la pesadilla era realidad. Y, hacia el final, un escrito donde el amor de madre incondicional queda en evidencia, incluso al tratarse de lo prohibido.

Marco Árcega Corona

Last modified: 6 abril, 2016