«Ser o no ser, esa es la cuestión»

Written by | La Résistance, Opinión

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¿Ser o no ser hombre?, es una pregunta que me ha rondado la cabeza esta semana, principalmente por una brillante columna de mi primo; una columna de mi coautoría; una carta abierta, escrita por la esposa de mi primo; una carta de mi mejor amiga y por ser amigo de Sofía Marlasca.

Recordé, en mi divague sobre el tema, un mensaje que me llegó hace casi un año, una biblia en la que siete de cada seis palabras eran groserías. En mi respuesta, intentando no crecer un problema estúpido, no utilice ninguna de estas palabras y fui lo más cordial que pude. La respuesta fue algo más o menos así: “¡Carajo, sé un hombre!

En la primaria, incluso, me tocaba recibir como respuesta “sé un hombre” al ser cordial y evitar el conflicto. ¡En la primaria! Desde poco antes de tener un pensamiento abstracto o una noción de lo que lo que se está diciendo. En la secundaria se volvió peor: no seas puto.

Y es que parece ser que el “ser hombre” implica ser violento, responder agresivamente a la primera mirada hostil que me den, cambiar momentáneamente mi lenguaje del español a alguna clase de dialecto neandertal cuando alguien me insulte o amedrente contra mí. Todo lo que sea evadir el conflicto, apelar a la razón o actuar en la cordialidad, se escapa de una categoría que, al parecer, trasciende lo biológico.

“Ponte machín” me dicen, como si tuviera que volver a los años 20, tener una mujer que sea MI mujer, perderme cada día que se permita en un bar, de esos a los que hasta Pedro Pistolas teme entrar, como si tuviera que agarrarme a madrazos dos veces al día y haber perdido al menos un diente para alcanzar cierta clase de cuota.

La verdad es que, si esas son las condiciones para “ser hombre”, lo que yo más quisiera es emanciparme del término; continuar mi vida como un ser humano, sin títulos, porque, citando a Daniel Saldaña, “lo que tengo claro es que mi manera de ser hombre (que en realidad es mi manera de ser humano, nada más) no es menos válida que la de un cabrón que no le ha dedicado más de cinco minutos a pensar y tratar de expresar sus sentimientos, y que se dedica a blandir sus genitales por el mundo y a tratar de “chingarse” a todos”.

Desgraciadamente, es una concepción de la que no puedo librarme, pues llevo barba y, en resumidas palabras, tengo un pene entre las piernas. Entro en una categoría en la que no pedí entrar y que, a pesar de tener una concepción social que radica en el retrógrada, me sigue dando privilegios que no tendría alguna persona de otro género o rama, igual o más capaz que yo: estoy sujeto a un mejor salario, a no recibir piropos en las calles (algo a lo que mi físico contribuye mucho), a que la mayoría de las personas me tomen por inocente en cualquier situación en la que yo pudiera haber traspasado los límites de la ética y la moral.

No digo con esto que no hayan hombres increíbles, capaces de maravillas y dignos de todo el respeto del mundo. Pero es la concepción del “deber ser” a la que todos y todas nos enfrentamos por razones meramente biológicas y una construcción social absurda, la que nos sujeta a una realidad más grande que nosotros.

Por más que quiera, no puedo deslindarme de ella. No puedo decretar, sin más, que “hombre” ya no es un término adecuado para mi persona. Me queda, entonces, luchar por un equilibrio en el que yo no tenga más que otra persona por simples cuestiones de existencia y manejar mis acciones de la mejor manera, para que “ser un hombre” o ser cualquier cosa implique ser algo de lo que, como humanidad, podamos sentirnos orgullosos y orgullosas.

De momento, me sentiría inmensamente feliz siendo un wookie.

 

Eric H. Cetina Karsten
eric.cetinakn@udlap.mx

@ecetina1

Last modified: 7 mayo, 2016