No, no todo es arte

Written by | Life imitates art, Opinión

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“En gustos se rompen géneros”, es la típica frase conclusiva a las discusiones entre dos personas que resultan tener preferencias encontradas sobre un libro, una película o cualquier cosa digna de generar opinión. Es verdad que la subjetividad no nos permite establecer con certeza qué himno nacional es el más bonito, qué década fue la mejor para la música, o simplemente quién se han llevado la corona después de todo: DC Comincs o Marvel; que por cierto, DC Comics es mejor. Pero bueno, mantendré mi argumento.

Los humanos hemos diseñado “categorías”, y nos hemos vuelto verdaderamente buenos para llenarlas. Existen libros que caen en la categoría de “literatura”, y hay muchos otros que no fueron tan buenos como para serlo. Por ejemplo, tú mi lector y yo estamos de acuerdo en que Coelho no le hace ningún bien a esta sociedad, ¿no?

Estas categorías de las que estoy haciendo mención no pueden ser llenadas de manera arbitraria. Dos personas no pueden sentarse en la sobremesa a discernir entre si un joven universitario que ha terminado sus materias es o no es un licenciado; lo será cuando acabe su tesis, sus sinodales la aprueben y obtenga su título, es decir, cuando cumpla con los requisitos oficiales que hacen ser a una persona licenciado. Debo recalcar que para algunos el requisito para titularse es el monto de dinero que pagarán, pero esa es otra historia.

Con el arte pasa lo mismo. Por más que una madre se asombre de las habilidades creativas de su niño y pegue sus dibujos en el refrigerador, estos no son arte, o por lo menos todavía no lo son. Exacto, sé lo que estás pensando, ahora ve y dile a tu tía Susana que no, lo que enmarcó y pegó en la cocina no es lo que ella pensaba.

Para todos aquellos que se están impacientando y piensan: “bueno, Valeria, y ¿cuáles son estas características tan supuestamente importantes?”, haré uso del requisito que creo, es el más importante y definitorio, requisito que la primer escuela de arte del siglo XX, La Bauhaus estableció: la atemporalidad. Para que una obra sea arte, debe causar impacto no días o meses, sino años, siglos. Una verdadera obra de arte no debe provocar revuelo en los medios para pasar de moda en unas cuantas semanas, no debe ser objeto de las mejores críticas para después ser vendida al mejor postor, porque entonces estamos hablando de Kim Kardashian.

Tomemos por ejemplo a van Gogh. Sus cuadros no fueron arte mientras el pintor permanecía vivo, de hecho, la sociedad de esa época pensaba que era muy mal pintor; así como lo que pienso yo del arte moderno. Conforme pasaba el tiempo, el gusto de la gente por sus obras oscilaba entre moderado y nulo. No fue hasta décadas después que el goce constante y permanente del público en general posicionaron sus obras en la categoría de arte. Quién sabe, en una de esas los dibujos del hijo de tu tía Susana valdrán millones de dólares.

El debate está abierto, si alguna vez me ves por los concurrido pasillos de la UDLAP deberías tratar de refutar mis argumentos. Mientras tanto, debemos todos ir pensando cómo asegurarnos de que nuestros proyectos permanezcan en boca de todos atemporalmente.

Valeria Santos Vinay

valeria.santosvy@udlap.mx

Last modified: 22 septiembre, 2016