Los héroes y los niños

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Tengo un amigo que cuando se quita la máscara encara la muerte en su forma más violenta. Desde feminicidios y asesinatos, hasta aquellos muertos olvidados por la sociedad y el estado.

A este buen amigo lo encontré un día inesperado. Su sonrisa cansada y mi curiosidad por el mundo coincidieron en la 4 norte de San Andrés Cholula. Ese día, él pacientemente me explicó que el mundo está lleno de gente con entusiasmo y que esas personas son las primeras en conformarse y quedarse calladas.

A pesar de muchos años de diferencia y experiencias completamente distintas, comenzamos a forjar una gran amistad, en la que he aprendido que las luchas no se hacen con las máscaras ni las marchas. Las luchas, en cambio, se hacen con la cámara bien puesta y el corazón en los ojos.

Él me ha enseñado mucho acerca de los héroes. Que los héroes se cansan, dudan y hasta lloran, pero no se rinden. Mi amigo me ha enseñado que incluso los más valientes tienen miedo, miedo de la indiferencia, de dejar el mundo igual que como lo encontraron; por lo que ese miedo él lo encara y lo retrata, recordándolo en cada paso que da hacia delante.

Mi amigo me ha enseñado que su sonrisa no se cansa por el tiempo, sino por el entusiasmo de quienes se cruzan por su camino, de aquellos que dicen mucho, pero se esfuerzan poco, que se quejan de todo pero hacen nada.

De mi amigo aprendí que a los héroes no los inventaron los cómics ni la televisión. Los inventaron los niños. Aquellos que, jugando, imaginaron un mundo distinto y se empeñaron en construirlo.

Mi amigo es un héroe cuando se quita la máscara, de esos héroes sin capa, sin descanso, y sin pelos en la lengua. Es fotógrafo de nota roja, de muertes violentas. Mi amigo es también de esos locos que sueñan mucho y en su locura se atreve a construir lo que soñó desde niño: un mundo más justo, menos violento y lleno de niños que se atrevan a ser héroes.

Sara Achik López

sara.achiklz@udlap.mx

@SaraAchik

Last modified: 14 octubre, 2016