¿Quién renunció a quién?

Written by | Flechas Rayadas, Opinión

flechas rayadas

Recuerdo el mensaje de una de mis bandas favoritas del primero de diciembre de 2012, en su concierto de protesta. Me empujaba a gritar a la par de la ferviente emoción, idealismo y coraje de las masas. Me llevaba a pensar que Peña Nieto ni siquiera llegaría a Los Pinos.

La semana pasada sonaba un concierto en el ombligo del país: el Zócalo. Uno de aquellos para juntar gente, para que la masa capitalina pudiera disfrutar del populismo característico de aquellos gobiernos que se presumen de “izquierda”. Ya saben, un concierto para pasar un buen rato. Un “concierto más”.

Roger Waters daba un mensaje bastante peculiar. El exvocalista de Pink Floyd decidió salirse de la estructura de un concierto de rock tradicional, para aprovechar ese fervor, esta vez en 2016. Unas cuantas palabras bastaron. Palabras que hacían referencia al Ejecutivo. Un discurso que fue desde una acusación sobre las desapariciones forzadas, muertes y desorden en los que está inmerso el país, hasta llegar a un mensaje en gigante para la multitud, un grito de desahogo para el mexicano que se representó en un simple “renuncia ya”.

Todo se resolvió en unos segundos para el espectador promedio mexicano. Para ellos, ese instante les mostró un poder y una voz social que no están acostumbrados a tener. El artista ya no era el artista; el artista era el medio para dar un mensaje común. Los fans ya no eran fans; eran ciudadanos indignados y levantados por una idea. Una idea que no sabemos si fue un sentimiento efímero o una forma de pensar que azota todos los días a muchos mexicanos.

La guitarra y las letras son armas preciosas para repartir mensajes sociales (por gustos musicales y por práctica puedo asegurarles eso), pero la idea no es simplemente levantar la voz durante un concierto, durante un instante. La idea de los mensajes de protesta es que tengan una repercusión y alcance mayor, teniendo esa mínima esperanza en que, la sociedad, a la par de las notas, las letras y el mensaje, se levante al unísono con hechos más contundentes.

Es evidente que ni Peña, ni nadie en las filas del gobierno, va a renunciar solamente por el fervor de un concierto, pero el hacer énfasis en el descontento, tristeza y desgarre que siente una sociedad, puede llegar a tener un fin más profundo, o al menos, mediático. Justamente comentaba una amiga que “no basta con reaccionar en un concierto. La sociedad debe reaccionar en las calles, en las urnas” y me gustaría agregar (y soñar) que deben reaccionar en su día a día.

No me puedo deslindar (nadie puede), argumentar que “todo es culpa de Peña” y listo, me libré de mis culpas y penas con mi país. No. Sé que no todo es culpa del presidente (son miles de circunstancias y actores involucrados). Sé que todos, aunque sea, tenemos un mínimo de responsabilidad por lo que pasa. Pero él, a pesar suyo y nuestro, es el Ejecutivo. Él es en el que, en teoría, recae la responsabilidad e imagen del Estado, la necesidad de dar respuestas por los errores, por las tragedias, de ver por los problemas y por todos los mexicanos.

Tal vez nosotros somos los que ya renunciamos a él. No lo digo con coraje o rencor social siquiera, ya lo digo con tono melancólico, de decepción hacia la clase política y de inmensa tristeza. Tal vez ya renunciamos a saber qué fue lo que sucedió con los 43 de Ayotzinapa; tal vez ya renunciamos a que se nos aclarara lo de la Casa Blanca; tal vez ya renunciamos a exigir respeto cuando nos llamaron “prole”, así como renunciamos a saber lo que ocurrió ese maldito “día que salió el sol” (en palabras de Zabludovsky), ese 2 de octubre.

Nosotros (una buena mayoría mexicana), desde hace tiempo ya renunciamos a él y a la clase política mexicana tradicional.

Ray Ricardez
raymundo.ricardezga@udlap.mx
@RayRicardez

Last modified: 15 octubre, 2016