No somos el futuro de México

Written by | Ceguera, Opinión

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A unos cuantos minutos del municipio de Puebla se encuentra la localidad de San Andrés Aziumatla, lugar al que llegué gracias a la gran y bonita idea que tuvo una muy querida amiga. Entre colinas de piedra y caminos de terracería es común encontrarse con sus habitantes portando un distinguido sombrero para cubrirse del sol, dentro de los cuales destacan por su energía y abundancia (número) los habitantes más pequeños de la localidad vistiendo uniforme escolar.

En Aziumatla se encuentran más de un par de escuelas de gobierno, de las cuales solo he tenido el privilegio de conocer una; la cual, a diferencia de las otras, dista por ser del Consejo Nacional del Fomento Educativo (CONAFE). El CONAFE, para quienes no lo conocen, opera bajo un sistema muy distinto al convencional, caracterizado por trabajar en las zonas más vulnerables del país.

El camino a esta escuela es fascinante, tanto por el bonito paisaje desde donde se puede apreciar la presa de Valsequillo y la verde vegetación a su alrededor, como por lo peligroso y empinado que es el recorrido para llegar a la entrada de la escuela.

Los niños que aquí asisten, entre varias de las carencias que lamentablemente caracterizan a las escuelas en zonas vulnerables de México, gozan de muchas otros privilegios envidiables para cualquier otro niño de su edad. El hermoso paisaje que les rodea es, sin duda, el patio de juego perfecto para maravillosas aventuras entre la casa y la escuela, el cual pacientemente les espera enmarcado por las ventanas del aula mientras estudian sus respectivas asignaciones.

Volver a la escuela me ha hecho reflexionar sobre grandes problemas estructurales de la sociedad que nos han forjado como la juventud actual, el tan pretencioso “futuro de México”.

Cada vez que escucho esta frase me pongo a pensar en mis compañeros de carrera, en la universidad, en la juventud, en mí misma. Difiero de muchas maneras de esa frase tan prometedora como ingenua (falsa) que repiten los que piensan que somos quienes construirán un mejor mañana.

Lamentablemente somos una juventud que ya aprendió demasiado bien de los errores del pasado y no precisamente para cambiarlos sino para repetirlos. Hemos aprendido a escuchar para responder y no para comprender, hemos aprendido a recitar de memoria tantas cosas que no entendemos, para convertirnos en papagayos, como dijo alguna vez Simón Rodriguez.

Hemos recreado modelos, instituciones, procesos electorales en nuestras universidades y escuelas para replicar los mismos errores de los cuales constantemente nos quejamos en la vida real. Hablamos de feminismo tan convencidos, hasta que se nos presentan los incentivos suficientes para callarnos. Algunos participan en proyectos relacionados con impunidad y alegan y relegan la corrupción, siendo los primeros “chuecos” en salir impunes. Hemos replicado como eco los patrones tan dañinos que nos construyeron. Tan es así, que toda esa rebeldía que en algún punto nos atrevimos o atreveremos a externar, quedará dormida con el paso de los años.

No somos el futuro de México que tontamente muchos esperan. Somos el deseo desesperado de una generación anterior que ya jodió todas sus posibilidades, pero sobre todo, no somos más que una promesa vacía que lo único que prometerá es más de lo mismo.

Cada vez que llegó a Aziumatla y veo el poder que tenemos como jóvenes de también estropear la generación que sigue, me acuerdo de Simón Rodriguez diciendo: “enseñen a los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo que se les manda hacer, se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad, como los limitados, ni a la costumbre, como los estúpidos”, e inmediatamente busco aferrarme a cualquier forma de esperanza para nuestra generación, pensando en que, ojalá, pudiéramos a estas alturas del partido ser desobedientes, por lo menos como diría Galeano, “cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra consciencia o violan nuestro sentido común”. Es ahí cuando me pregunto desesperanzada si existe conciencia alguna con la fuerza suficiente para cambiar mis predicciones tan negativas.

Sara Achik López
sara.achiklz@uldap.mx
@SaraAchik

Last modified: 18 noviembre, 2016