Roma no se construyó en un día

Written by | Como anillo al dedo, Opinión

liliana

Dice el dicho “Roma no se contruyó en un día”. Debería haber otro que dijera: “y el semestre no se aprendió en una noche”; o “el semestre no se salvó en un día”. Aunque muchos dirán que esto es debatible.

Sí, estamos en las últimas del semestre y los temidos finales se acercan; si no exentaste todo, claro (si es que esa figura existe aquí). Luego el maestro (que además posee un apodo tan feo como El Quitabecas con el cual resume el terror de pasar la materia) no lo permite. Esta es una época de estrés inconmesurable. Queremos reparar o hacer todo el semestre en unas semanas.

¿Por qué empezar a estudiar desde hace un mes cuando me puedo trasnochar en biblio dos noches seguidas? ¿Por qué ya estar haciendo mi ensayo/artículo/exposición/inserte «proyecto académico de suma importancia del cual depende tu calificación» y casi la vida, cuando puedo hacerlo una noche antes?

¿Quién necesita dormir? No tú, ciertamente, estudiante universitario para el cual dormir ocho horas es un mito urbano a finales de semestre.

También es una época de reflexión: “si hubiera empezado desde antes”, “si hubiera ido a asesorías”, “si no hubiera reprobado el primer parcial”, “si la hubiera metido con Paco en vez de Alonso”, “si no hubiera faltado tanto”. Los “Y si…” son interminables, tal como la tarea que de seguro has de tener pero, como fue puente, ni empezaste.

Mejor compartamos memes del monito de Saw donde nos recordamos a nosotros y a todos nuestros contactos que tenemos dos/tres semanas para salvar el semestre. Que somos conscientes de ello, pero aún así, mejor compartimos imágenes chistosas y terminamos las tres temporadas que nos faltan para acabar la serie.

Me ha pasado y es que parece que entre más cosas tenemos que hacer, más irrefrenable es ese impulso de tumbarse y dormir o hacer cualquier otra cosa que no sea lo que tenemos que hacer. Luego empieza el proceso de quejarse por todos lados, lo ocupados que estamos cuando eso se pudo evitar en cierta medida. Tal como si fuera un duelo por la calificación seguramente perdida, pasamos por las cinco etapas:

1. Negación: No puede ser que vaya reprobando, se ha de haber equivocado el profe.

2. Ira: Si me lo sabía. ¿Cómo es posible? ¿Por qué me está reprobando, si casi ni falté?

3. Negociación: Si le pido que me explique a… los apuntes a… O que me pasé todo lo que hicieron a… o que ponga mi nombre en tal trabajo.

4. Depresión: Ni con 10 pasó. No me voy a aprender todo. No voy a terminar.

5. Aceptación: Ya mejor sigo estudiando. El otro semestre la vuelvo a meter. Mejor la doy de baja.

Y cuando la libramos, presumimos a todos cómo pasamos esa materia en una noche. Si eso no es vivir al extremo, díganme qué es. En fin, les deseo suerte estas semanas y simplemente tengan en cuenta que aunque hay materias que se salvan hay otras que son el mismísimo Coliseo Romano.

Liliana Sánchez Villanueva
liliana.sanchezva@udlap.mx

Last modified: 24 noviembre, 2016