Una feminista en la pintura

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En un mundo donde el arte y la pintura fueron dominados por siglos principalmente por el género masculino, era difícil tener tanto que decir con lienzo y pincel cuando se era mujer. El género femenino fue negado por tanto tiempo a convertirse en profesionista, que la pintura se privó de todo ese talento reprimido. La presencia de heroínas en esta historia resultó, entonces, crucial para cambiar un mundo que se encontraba cegado por los prejuicios; un mundo que se mantenía regido por hombres por el simple hecho de que siempre se había hecho así. Heroínas a las cuales el arte les estará eternamente agradecido.

En Suiza, un octubre de 1741, nacía una de estas heroínas: Angélica Kauffmann. Se trataba de un siglo de revoluciones, de cambios y de nuevas libertades para las mujeres. El género femenino ahora podía aspirar a ser algo más que solo ser esposa y madre de un hogar. Ahora la educación resultaba tarea cotidiana para cualquier mujer adinerada. Aún así, el mundo seguía siendo un lugar áspero para mujeres destinadas a sobresalir y luchar.

Kauffmann se abría paso por entre un mercado artístico recientemente abierto a las mujeres. Su meta era entrar a una academia de pintura, pero con quienes tenía que negociar su admisión resultaban no estar de acuerdo con estas nuevas libertades. Las academias eran dirigidas por sus propios miembros y aunque la joven pintora había captado la atención de obispos y nobles, su participación era rechazada. Sin embargo, para quienes resultan ser testarudas y persistentes en esta vida, ningún hombre puede restringirlas. En 1754 visitó Milán, en el 63 Roma y continuó su viaje causando furor y ganando fama por dondequiera que pisara, ganándose así el derecho de fundar junto con otros pintores aclamados la Royal Academy of Arts en Londres. El esfuerzo que esta mujer dedicó a su carrera fue, en gran medida, más arduo y superior al de cualquier hombre. Ella no poseía la garantía de calidad que ser hombre te proporcionaba en la época, y se ganó, en numerosas ocasiones, el menosprecio de los principales exponentes del entorno en el que trabajaba.

Aún cuando Angélica poseía habilidades aún mayores que las de varios de sus colegas, a ella se le restringían herramientas y actividades que para los hombres eran no más que actividades cotidianas. A la mujeres no se les permitía asistir a clases de pintura anatómica debido a los desnudos; no podrían trabajar con modelos hombres y el crédito de sus cuadros generalmente iba dirigido a sus mentores. Nuestra artista se vio sometida a dificultades intrínsecas a su género y todas estas privaciones tendrían cierta repercusión en los trabajos de heroínas como Angélica, pero el público actual no parece reconocerlo.

Hoy en día el trabajo de la pintora no conservó la reputación que logró y las críticas son fuertes. En vida, Angélica y sus obras se ganaron el respeto de la sociedad y nobleza de Inglaterra y rápidamente de toda Europa convirtiéndose en una celebridad para la época, pero para estándares actuales su nombre no figura en la historia. Se dice que los hombres en sus cuadros parecen mujeres masculinizadas, que carecen de expresión y que sus obras no poseen variedad. Críticas realizadas por hombres, críticas que comparan el trabajo de hombres y mujeres por igual sin considerar el contexto de los pintores.

Mujeres como Angélica merecen el reconocimiento acorde con el gran trabajo que realizaron y por haber trabajado contra corriente. Los discursos del feminismo podrían no aparecer en las circunstancias de estas mujeres pero sin duda alguna se comportaron a la altura. Las mujeres aún tenemos un largo camino por recorren en cuestión de equidad y debemos agradecer quienes, en el arte, pusieron su granito de arena.

Valeria Santos Vinay
valeria.santosvy@udlap.mx
@ValeriaSVinay

Last modified: 10 noviembre, 2016