Besos de dos labios carmesí: Cortometeatro con toque lésbico

Written by | Ágora

 

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Muchos tenemos un pariente al que, como a cortometeatro, lo vemos nada más unos días al año, con el que casi no tratamos. Un tío, un primo, un hijo, del que conocemos tan poco que cuando alguien nos pregunta, solo queda decir “es complicado”. El 27 y 28 de febrero tuvimos la fortuna de volver a ver a nuestro compa Cortometeatro en el CE 202, como ya es costumbre; de rapidito.

Para los que aún no lo conocen, las visitas son más o menos así: pasas a un salón con varias filas de sillas, tomas asiento, y te pasan una hoja para que te registres -no preguntes para qué piden tu número de celular-. Cuando ya se llenaron las butacas, abren una puerta y pasas de un cuarto a otro. En unos te puedes sentar y en otros permaneces apoyado en las paredes. Tres obras cortas, tres cuartos, actrices, actores. Sencillo. Termina, resuelves una encuesta y firmas si necesitas puntos PPA.

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La temporada Labios Carmesí, trajo tres obras: Pétalos en el viento, Corazón de barro y La mujer en el desierto. La primera, una adaptación de Esa cita extraña, le hizo honor a su título. Un joven invita a su potencial novia a comer un pollo que él mismo cocinó. Natalia, que es el nombre de la invitada, trae vino para los dos, pero en la mesa hay tres lugares; Elizabeth, la hermana del joven, los va a acompañar. En lo que uno va tratando de averiguar qué está pasando, por qué usan antifaces, y por qué todos se miran con tantas ganas -es decir, si vamos a ver algo de incesto o es más bien un fanfic de vampiros- hay un giro, y nos damos cuenta que Natalia y Elizabeth son algo más que sólo amigas.

En Corazón de barro comenzó lo hardcore. Un grupo de casados y un soltero, se reúnen a jugar baraja. Al grito de “¡párense putos!” comienzan a poguear. Mientras tanto, podemos ver la mesa de juego, sucia, con restos de botana, una caguama, dos tarros de chela medio vacíos, y una botella de tequila, también vacía. Cuando se cansan, regresan a jugar y mandan al soltero por tacos. Regresa, comienzan a comer, y llega la esposa del anfitrión (Natalia) con su amiga (Elizabeth). Como buen macho, les dice que se vayan a la cocina y que no molesten. La amiga/amante se siente mal al ver cómo el marido trata a Natalia, e intenta irse, pero la otra insiste en que se quede. Total, que están bien entradas en la sala, cuando González, que iba al baño, las sorprende. El esposo se encabrona, y para enseñarle, viola a su señora.

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Finalmente, la historia de otra Natalia, que yace tirada en la cama. El ambiente es más denso y estamos a oscuras. En una repisa que parece altar, unas veladoras alumbran apenas el marco de una foto envuelta en humo de incienso. La mujer en el desierto comienza a manera de monólogo, pero hay un «elefante en la habitación». El fantasma de su difunta madre, que se había quedado inmóvil, sentada, descalza, con el pelo en la cara, rompe el lamento de Natalia: “te veo sufrir y me alegro”. Una lucha interior, con la madre, con el pasado, de un alma desgraciada que lo único que busca es -como dijera Agustín Lara- un poquito de tu amor.

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Así se vivió esta edición del Cortometeatro, que siempre trae propuestas y caras nuevas. Enhorabuena a todos los que participaron, ¡nos vemos el próximo semestre!

Alejandro Reyes
jose.reyesmo@udlap.mx

Fotografía: Felipe Escobedo

Last modified: 9 marzo, 2017

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