El súper poder de ser mexicanx

Written by | La vie sans rose, Opinión

El 19 de septiembre fue un déjá vu para aquellos que vivieron el terremoto de 1985, para otros -como los extranjeros que me encontré en la calle minutos después- eran las ganas de volver a casa, “allá donde no pasa nada”. A otros nos mostró aquello que solamente conocíamos por fotografías, textos y libros de historia. Para algunas personas fue el último abrazo, el último beso… incluso las últimas palabras que escucharon o dijeron.

Después del aturdimiento y la asimilación de lo que había ocurrido, surgieron miles de voluntarios, rescatistas, brigadistas y algunos se convirtieron hasta expertos en logística. Personas que donaron vida. Dejamos de lado todo lo que nos divide para unirnos como lo sabemos hacer. Y muchos se convirtieron en héroes.

Nunca había visto un supermercado con anaqueles completamente vacíos, ni las filas para pagar repletas de carritos con lo que se necesitaba: desde comida hasta artículos de higiene y limpieza. Tampoco podía asimilar que algunos hospitales tuvieran que laborar en los estacionamientos y que, aún en el turno de la noche, llegaran voluntarios con cantidades exuberantes de comida para quienes estaban de guardia, soportando incansables el frío y la lluvia.

La tierra tembló y las estructuras cayeron. Las paredes se cuartearon. Las líneas se saturaron. Y el país se levantó.

El sismo nos dejó un trago amargo, pero nos enseñó que cuando nos unimos somos imparables. Que aunque vienen semanas difíciles no nos daremos por vencidos. Que no nos podemos quedar callados cuando se cometen abusos. Que si hay algo que nos sobra a los mexicanos -además de humor e ironía- es empatía y solidaridad.

 

Iliana H. Valdivia

iliana.hernandezva@udlap.mx

@ilyhval

Last modified: 25 septiembre, 2017