Fronteras Escolares

Written by | Opinión

Ser universitario implica la desaparición de un filtro. Jamás fui consciente de este hasta comenzar a mis estudios superiores, cuando se me fue arrebatado. Al entrar a la universidad todas las miradas se dirigen hacia ti. Algo tan simple como tu elección de carrera determinará tus amistades más cercanas y los prejuicios se te lanzan por el simple hecho de tu futura titulación.

Nunca habría esperado alguna reacción al anunciar mi interés por las ciencias sociales, pero al hablar con mis compañeros comencé a notar un patrón. Existe una jerarquía entre escuelas y predominan los prejuicios y un sentido de superioridad ante nuestros colegas universitarios. Ya sea el simple “tú solo quieres ganar dinero fácil” o el más hiriente “te titulas porque te obligan y de seguro dejas de trabajar cuando tengas hijos”. Se ha llegado al punto en que cuando revelas tus estudios la gente pone una cara de decepción espantosa. Siempre aparece el típico: pensé que te ibas a alguna ingeniería, después de todo eras muy inteligente en la prepa.

Claro está que hablo desde el enfoque de la escuela de ciencias sociales, pero también he notado algo similar en otras: quien estudia humanidades es un hippie, si eres ingeniero eres un matado, si te decides por negocios eres un mirrey que va a tomar el negocio familiar, y si te vas por el sector salud eres un simple masoquista. La universidad, que yo siempre pensé como un lugar donde se premiaba la individualidad, está más llena de cliques y prejuicios que una película gringa. Se me hace chistoso cómo la mayoría de nosotros llega buscando un sentido de independencia, pero nos enfrentamos a un manual de comportamientos que se espera que sigamos al pie de la letra.

Somos una generación conocida por nuestra habilidad de romper estigmas sociales rígidos. Cada día hacemos más invisibles las barreras impuestas por el género, raza, orientación sexual, edad y clase social. No digo que seamos expertos demoledores, pero vamos por buen camino. Por lo tanto, si existe una generación que puede romper la barrera entre escuelas, es la nuestra. Pero entonces, ¿por qué es tan dominante? Creo que es por no tener conciencia de ella. Tengo que llegar a mencionar y profundizar sobre esta situación para que por fin le caiga el veinte a la gente.

Créanme, no me estoy ahogando en un vaso de agua. El por qué este encasillamiento de escuelas me preocupa tanto, es el hecho de que nuestra generación puede perder esa habilidad de romper estigmas. Al asociarnos con personas fundamentalmente diferentes a nosotros se nos abre un mundo de diferentes perspectivas. Afinamos esa habilidad de ponernos en los zapatos de los demás y nos damos cuenta de que nuestros ideales no tienen que ser absolutos. Las mejores conversaciones se dan no solo entre médicos o entre ingenieros o politólogos, las mejores conversaciones pasan dentro de un grupo variado. No saben lo iluminador que puede ser conversar con un antropólogo, un médico, un escritor y un psicólogo.

La universidad debe fomentar la individualidad al mismo tiempo que es un espacio donde se nos enseñe a dialogar con personas fundamentalmente diferentes a nosotros mismos. Si estas barreras siguen de pie, ¿qué nos queda? Tan solo seremos parte de un mundo donde cada escuela se verá confinada a su frontera sin las herramientas necesarias para estimular el crecimiento de relaciones interpersonales, esas que son tan esenciales para crear una sociedad mucho más tolerante.

 

Anna Gabriella Cavagliano Martínez

anna.cavaglianomz@udlap.mx

@annagabriellacm

Last modified: 7 septiembre, 2018