AMLO y los medios

Written by | Opinión

Los medios se consideran a sí mismos el cuarto poder, aquel que lleva a juicio y denuncia los errores del Estado. Sin embargo, como lo dijo Carlos Castillo Peraza, presidente  del Partido Acción Nacional (PAN) en los noventas: los medios no son el cuarto poder, sino la primera impotencia. México es un país donde los escándalos de corrupción suelen terminar solo en eso, en simples escándalos.

No es minimizar su importancia, una prensa libre y crítica es parte fundamental de una democracia, la labor de la prensa independiente se puede localizar con facilidad en portales de internet como Animal Político o en medios internacionales con presencia en México como el diario español El País. Sin embargo, muchos medios en el país están supeditados al poder político a través del dinero de la publicidad oficial, la prensa independiente es mínima en comparación a la mayoría de los medios.

Si se parte de esta idea,  descalificar a la prensa “fifí”, coptada al poder económico y político, es un acto democrático, y se debe recurrir a “verdaderos medios independientes”, enemigos declarados del régimen actual, como lo es Carmen Aristegui, la revista Proceso, el periódico La Jornada, etc. Los partidarios de la cuarta transformación se refugiaron en estos medios a lo largo de la campaña, para ellos eran medio de confianza. Pero algo cambió en las ultimas semanas.

La revista Proceso, en su edición 2192, colocó el rostro del presidente electo en la portada con una leyenda brutal: “AMLO se aísla. El fantasma del Fracaso”. Uno creería que la portada sería tratada como todas las demás, no obstante, no fue así. Partidarios de  Andrés Manuel López Obrador (AMLO) explotaron en contra de la revista, amenazaron con cancelar su suscripción, afirmaron que ya les había llegado al precio y, de momento, Proceso fue tratada como se ha tratado a Televisa desde hace años: como un medido vendido.

Los reclamos no solo se quedaron en los ciudadanos que defienden a AMLO, sino que el reclamo escaló hasta figuras más relevantes, como Beatriz Gutiérrez Müller, quien escribió en su cuenta de Twitter que “el conservadurismo, de izquierda o de derecha, nubla el juicio y da pie a conjeturas fantasiosas… Lo bueno es el desenmascaramiento”. Ante el reclamo, el director de la revista, Rafael Rodríguez, respondió: “O sea, doña Beatriz, a López Obrador ni con el pétalo de una rosa. Revista Proceso es fiel a su historia y a la herencia de Julio Scherer García, a quien bien conoce usted: libres ante el poder y ante quienes aspiran a ejercerlo. Ni de izquierda ni de derecha. Sólo libres.”

El intercambio no es mejor y revela lo que sucedió: López Obrador, sus cercanos y sus partidarios se sintieron traicionados, el mismo AMLO no se quedó con las ganas y decidió comentar sobre la portada diciendo que “una revista sacó una foto… donde aparezco decrépito, chocheando… y el título de la portada dice que estoy solo y avizora el fracaso. Muy sensacionalista [y] amarillista la revista, pero es normal, así es la libertad, así es la democracia”.

La portada les dolió, de otra manera no me explico una respuesta tan enérgica, ellos creyeron que Proceso sería un aliado, un medio que los acompañaría difundiendo la “verdad”, pero la revista no es un medio que acompañe a un gobierno, nace como un revista que le contestaría al poder. La portada fue el divorcio que la revista necesitaba, tenía que golpear al presidente electo para recobrar su neutralidad.

Por eso el director del semanario invoca la figura del fundador, el gran Julio Scherer, el periodista más importante que ha visto México, quien se enfrentó al régimen autoritario priista que lo expulsó en 1976 de Excélsior. A diferencia de otros medios en el país, el origen de Proceso es golpear al poder y denunciar lo que nadie quiere.

Proceso y AMLO son un caso particular; ante la necesidad de la revista de recobrar neutralidad y la indignación del presidente electo al ser tratado tan mal por un “medio amigo”, vislumbramos el carácter del próximo gobierno. López Obrador ya no es un candidato y sus partidarios ya no son oposición, son gobierno, y eso cambia toda la ecuación. No es una relación asimétrica, no es una pelea de iguales porque los medios están en desventaja.

No compro el discurso barato de que es autoritario que el futuro presidente quiere censurar a los medios, sin embargo, debe tener una actitud diferente. Golpear al poder es un trabajo de los medios, López Obrador y su movimiento son el poder, y todo poder tiene una responsabilidad; cambiar el discurso no es una opción, es su obligación.

 

Alexis Murillo Corona

@Mc1998Alex

alexis.murilloca@udlap.mx

 

Last modified: 14 noviembre, 2018