Freeing the Nipple: una lucha interna

Written by | Opinión, Sin categoría

Existe una serie de experiencias que marcan la vida de una mujer. Una de ellas, definitivamente, es el momento en el que tu mamá te lleva a comprar tu primer brasier. Recuerdo perfectamente estar en el súper un domingo con mi mamá y mi abuela, eligiendo uno dentro de todo un ritual generacional de iniciación en la feminidad y de comenzar la transformación de niña a mujer (qué hueva, güey).

A partir de este momento, el brasier pasa a ser elemento fundamental en nuestra vestimenta diaria. Salir de casa sin usar uno se vuelve impensable: a la que no trae bra se le considera una “cochina”. Y muchas veces ni siquiera cuestionamos por qué es socialmente obligatorio usarlo, ni investigamos si realmente es bueno para nuestros senos. Y si bien el brasier funciona como apoyo para mantener una postura recta y nos permite lucir boobs bien formadas al vestirnos, resulta mucho más positivo para nuestro cuerpo el dejar de usarlo. Entonces, ¿porque me siento mal al no portar uno?

La inquietud de dejar de usar bra surgió durante la universidad. Imagínense, nunca antes en mi vida me lo había cuestionado. Descubrí que si dejas de usarlo por un tiempo tu cuerpo comienza a desarrollar un apoyo natural en lugar de depender de uno artificial, los senos se volverán más fuertes y, contrario a lo que se cree, no se te caerán. Tenía muchas razones para dejarlo y aún así siempre terminaba poniéndome uno antes de salir de mi depa. Pensaba en lo que diría mi mamá o mis amigos. Pensaba en si mis profesores lo verían como una falta de respeto o si hombres en la calle lo tomarían como una provocación –con eso de que en esta sociedad nos han condicionado que cuando mostramos un poco de piel se nos puede acusar de andar buscando provocar sexualmente–. La realidad es (y tenemos que repetirlo mil veces y ponerlo en negritas y subrayado) que nadie tiene derecho a señalar tu falta de brasier como muestra de promiscuidady más si entendemos que ningún hombre es acusado de lo mismo, ni siquiera cuando se encuentra sin playera.

Lamentablemente, aún hay muchos tabúes rodeando a la falta de brasier en una mujer. Me gustaría creer que las ideologías implícitas en la ropa siguen evolucionando, ya que incluso el invento del brasier llegó a cambiar las prendas femeninas, eliminando al terrible corsé. Lo que no puedo saber con certeza es qué se va a necesitar para que la sociedad deje de temerle al pezón femenino en un ámbito no sexual. Movimientos como Free the Nipple, que buscan eliminar las tendencias de la sociedad de sexualizar la parte superior del cuerpo de las mujeres, son importantes para llamar la atención a estas hipocresías e inconsistencias en la cultura.

Con este texto no busco que todas las mujeres que lo lean manden a la chingada sus bras. Más bien busco invitar tanto a hombres como mujeres a cuestionar los tabúes que lo rodean. Estaría chido volverlo una prenda de uso opcional, y sin consecuencias sociales de por medio.

Por lo pronto, yo sigo con mi propia luchita interna para intentar dejar de usar brasier. Les aseguro que no es nada fácil, pero voy poco a poco. Como aprendí en mi clase de Teorías Críticas, en ese pequeño clavado a la Escuela de Frankfurt: el primer paso para emanciparnos es darnos cuenta que estamos alienados.

 

Paulina López Aguirre

paulina.lopezae@udlap.mx

Last modified: 8 marzo, 2019