Vivimos en tierra de osos

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A veces pareciera que los conflictos entre humanos y osos son exclusivos de las regiones más septentrionales del continente. Pareciera que solamente los granjeros canadienses, o una que otra familia en el corazón de Nuevo México son los que se tienen que preocupar por que el Oso Yogui” no saqueé su bote de basura o los sorprenda cuando van a acampar.

Sin embargo, los encuentros con osos cerca de las ciudades no son ajenos al contexto latinoamericano. En México, el oso negro americano (Ursus americanus), la única especie de oso que se puede encontrar en el territorio, se esparce por el norte de las dos Sierras Madres, principalmente en los estados de Coahuila, Chihuahua, Tamaulipas, Durango y Nuevo León, y es posible avistarlo cerca de poblaciones humanas (principalmente de lado de la Sierra Madre Oriental).

De hecho, en esta última entidad, las autoridades han registrado un incremento en los encuentros de osos en zonas urbanas o suburbanas desde hace varios años, hasta el punto de poderlo considerar una crisis. Desde el 2012, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) ya alertaba del creciente número de avistamientos en las zonas colindantes a Monterrey a causa de factores antropogénicos.

No obstante, a casi 10 años de esas alertas, los encuentros con osos en las poblaciones aledañas al Parque Nacional Cumbres de Monterrey, como San Pedro Garza García o Santa Catarina, no han hecho más que acrecentarse. Factores como la escasez de agua, la falta de alimento, o la invasión irregular de humanos en el territorio de los animales han obligado a los osos a buscar oportunidades en la selva de asfalto.

Y por si no fuera suficiente, debido a la pandemia por COVID-19, la primera parte del año pasado trajo consigo una disminución considerable en actividades humanas, resultando en una explosión de osos que se adentró en las comunidades más próximas al Cerro de Chipinque. No fue extraño ver osos abriendo basureros, llegando sin invitación a carnes asadas o simplemente caminando como otro peatón más por las calles de Olinalá.

Fue en esta época del año donde ocurrió el caso del oso #34: el video viral en donde un grupo de deportistas tuvieron un encuentro cercano con un oso en los límites de la ciudad de Monterrey y una de ellas decidió tomarse una selfie mientras todo pasaba.

A parte de ser un festín para los creadores de memes, este suceso fue tal vez uno de los eventos mediáticos más grandes que ha rodeado a un oso negro, y puso en evidencia la poca experiencia de las autoridades y la población al enfrentarse a un caso así. Sin embargo, lo más interesante del caso del Yogui Regio” no fue su encuentro con el grupo de corredoras, sino todo lo que pasó después.

La respuesta fue extremadamente polarizada, evidencia de un país primerizo en la diplomacia osuna. Algunos querían meter al animal en un zoológico, otros culpaban a la expansión de la ciudad en el hábitat del oso, e incluso, algunos incitaban a sacrificar al animal. Una cosa era clara: la población no tenía idea de qué hacer en esta clase de casos, y parece que la autoridad tampoco.

Días después de lo sucedido, Gustavo Treviño Villarreal, director general de Parques y Vida Silvestre de Nuevo León, dictaminó que el animal tenía que meterse a un zoológico. No obstante, a razón del descontento de la gente, y a la voz de: Nosotros no estamos en riesgo, él está en su casa”, un funcionario de la PROFEPA, Martín Vargas Prieto, terminó por castrar al animal y transportarlo al estado de Chihuahua.

Desafortunadamente, en Chihuahua ni siquiera se encuentra la misma subespecie de oso negro que se encuentra en Nuevo León, y todo termina apuntando a que, el que autorizó la castración no llevó a cabo el procedimiento adecuado. Vargas Prieto fue incitado a renunciar, así que ¿esto en qué posición nos pone?

Hoy, en la segunda mitad del 2021, no se sabe del paradero del oso y la PROFEPA no hizo más que agregar a la lista de “¿Qué hacer si te encuentras a un oso?” el No te tomes selfies”. La crisis del animal sujeto a protección especial por la NOM-059-SEMARNAT-2001 sigue más que en pie, y no solo en la segunda ciudad más grande de México, sino en todo el norte del país.

A pesar de que existan proyectos de conservación impulsados por las mismas autoridades, pareciera ser que, a la ciudadanía, y algunas partes de la PROFEPA, todavía nos falta mucho tiempo para darnos cuenta de que estamos viviendo en tierra de osos.

Diego Ruiz González
Reportero de Ciencias
diego.ruizgo@udlap.mx

 

 

 

 

Last modified: 27 octubre, 2021