Almas con Azúcar: Primer Lugar

Written by | Ágora

Almas con azúcar

Autor: Diego Barrera Del Ángel, Licenciatura en Biología.

Faltaban sólo unos días para el Día de Muertos y estábamos haciendo los preparativos como cada año. Ya teníamos la receta para el mole que le encantaba a la abuela Gregoria, también teníamos el tequila favorito del tío Raúl y las gorditas de nata que tanto le gustaban al abuelo Eleuterio. Mi mamá me mandó a comprar al tianguis lo que hacía falta, me dio una lista y me dijo:

⎯ Hijito, agarra los doscientos pesos que están en la mesa y ve a comprar las cosas

de la lista que te di.

En ese entonces no me molestaba hacer el mandado como ahora. Cuando llegué al tianguis, no podía dejar de ver los adornos con papel picado, llenos de figuras como calacas o la frase “Feliz Día de Muertos”. Cada dos puestecitos había vendedores de cosas para las ofrendas y gritaban cosas como: “Todo para tu ofrenda”, “Objetos para que tu ofrenda sea la más bonita”, “Ofrendas para el niño, para la niña, llévele, llévele”, “¿Qué vas a querer güerito? Tenemos las mejores calaveritas de azúcar”.

Mientras admiraba el colorido camino de puestecitos que parecía interminable y los vendedores me gritaban en el oído, revisé la lista que me dio mi madre, pero no venía nada que vendieran en los puestos dónde tenían cosas para las ofrendas. En la lista tampoco venían las cosas que siempre compraba, como frutas o verduras, ni siquiera venía el tepache que tanto le gustaba a mi papá. No venía nada de eso, en cambio, las cosas que escribió eran muy diferentes a las usuales, la lista decía:

  • Harina de trigo
  • Azúcar
  • Vainilla
  • Azahar
  • Levadura
  • Amaranto

Al terminar de leer los ingredientes, empecé a buscar por todos los puestos, pero no los veía por ningún lado, o al menos no había un puesto que los tuviera todos. Después de recorrer el tianguis entero, llegué al final dónde vi a un señor que usaba huaraches y en la cabeza traía algo como un sombrero, pero más parecido a un penacho. Estaba sentado en un banquito y sobre su mesa estaban todos los ingredientes que debía comprar. Cuando me acerqué, lo que llevaba en su cabeza no dejaba de llamar mi atención, así que le pregunté qué era, respondió rápidamente:

⎯ Es un miquitl.

Y de manera apresurada me preguntó si iba a comprar algo, así que le leí los ingredientes de mi lista. Procedió a tomar cada uno y los acercó hacia mí mientras yo los guardaba. En lo que hacía esto, me preguntó si prepararía pan de muerto y le dije que sí, que mi mamá prefería hacerlo en casa. Entonces me dijo que si conocía la historia del pan de muerto, y como lo acaba de ver en la clase de historia en la escuela, le respondí muy seguro que sí. Con cara de asombro el señor me dijo:

⎯ A ver, cuéntamela.

Comencé a explicar cómo los españoles le dijeron a los aztecas que en lugar de hacer sacrificios, el pan simbolizaría el corazón o el cuerpo de la persona. Y antes de poder continuar, me interrumpió:

⎯ No, pero la verdadera historia. Algunos dicen que es una leyenda.

Dijo.

⎯ ¿Quieres escucharla?

Preguntó.

Lleno de curiosidad le dije que sí. Y comenzó a contarme la leyenda.

El pan de muerto existe desde mucho antes de que llegaran los españoles, dijo.

⎯ El verdadero pan de muerto es tan antiguo como los dioses mismos, de hecho, era la comida favorita de Mictlantecuhtli, dios de la muerte y Señor del Mictlán, y algo que debes saber sobre este dios es que creó las flores de cempasúchil porque quería regalarle las flores más bellas que jamás hubieran existido a su esposa Mictecacihuatl, y las que serían para ella tendrían el poder de abrir un camino entre el mundo de los vivos y el Mictlán (no entendí que tenía que ver con la historia, pero me pareció un bonito detalle de parte de Mictlantecuhtli). 

-El pan de muerto existe desde que el dios de la muerte creó el Mictlán para que los muertos fueran allí. Entonces este Señor del Mictlán le dijo al primer emperador de los hombres: “El primer pan que me darás deberá llevar como ingrediente el corazón de una princesa, y cada vez que alguien fallezca, deberás darme un pan siguiendo las instrucciones que te daré; deberás agregar sus restos para que yo lo deje pasar y pueda descansar en paz. Si quieres ver a esa persona de nuevo, podrás hacerlo cuando abra los caminos de cempasúchil, pero deberás darme más pan, hecho con los restos de tus trofeos de guerra”.

Estaba asombrado, pero no entendí qué eran los trofeos de guerra, así que le pregunté.

-Eran prisioneros – dijo – Pero no me interrumpas – y continuó con la leyenda.

– Se dice que este pan, era tan exquisito que ningún mortal podía probarlo, ni siquiera el emperador mismo. Y un día, un brujo chamán que pensaba tener el mismo poder que los dioses, robó uno de estos panes e intentó comerlo, pero antes de poder probarlo, Mictlantecuhtli salió del suelo envuelto en fuego y le arrebató el pan de la mano. Como castigo por atreverse a robar el pan, el dios de la muerte le sacó el alma a aquel brujo y la puso sobre el pan (por eso el pan de muerto lleva azúcar dijo, simula el alma), no dejándole más opción que tomar el alma de un animal para sobrevivir y así, el brujo chamán se convertiría en un nahual. Ni hombre, ni bestia, destinado a vagar eternamente buscando su alma, quitándole la vida a personas y animales, para que el Señor del Mictlán pudiera saborear su pan con un alma azucarada.

Luego de haber escuchado la historia más terrorífica sobre pan de muerto en toda mi vida, el viejito me preguntó:

⎯ ¿Sabías que al comer pan de muerto desafías a la muerte?

Mi cara se tornó blanca del susto (fue el único momento en el que los vendedores del tianguis me han dicho “¿qué vas a llevar güerito?” con razón), tomé los ingredientes que había comprado y salí corriendo a mi casa. Al llegar y verme tan asustado, mi madre me preguntó qué había pasado y le conté todo. Al terminar se rió y me dijo que sólo era una historia, que no había nada de qué preocuparse. Le entregué la bolsa con los ingredientes y me dirigí a matar zombis en mi videojuego favorito para calmar los nervios.

Al día siguiente, colocamos el altar para todos nuestros familiares, debíamos terminar ese día, porque sólo faltaba un día para el Día de Muertos. Cuando por fin terminé de acomodar las calaveritas de azúcar y de llenar el último caballito de tequila, mi hermano de ordenar todos los panes de muerto y mis padres de servir todos los platillos y bocadillos, colgamos el papel picado alrededor, prendimos las velas y nos dispusimos a admirar el altar.

Pero faltaba algo, yo no entendía qué, hasta que mi papá gritó:

⎯ ¡Las flores!

Y me di cuenta de que no habíamos comprado las flores de cempasúchil, y sin eso no se puede llamar altar del Día de Muertos. Así que fuimos al mercado de plantas de Xochimilco, donde en esta época sólo hay color naranja hasta donde llega la vista. Mientras caminábamos, me separé de mi familia y terminé en un puesto donde estaban las flores más hermosas que había visto. Cuando levanté la vista vi que del fondo del puesto se acercaba una silueta negra, se tambaleaba y sólo se veían rasgos blancos de lo que sería su rostro; se me heló la sangre. Para cuando esta figura estaba a tres pasos de mí sólo pude escuchar:

⎯ ¿No son las flores más bonitas que has visto, jovencito?

Cuando escuché esa voz, mi cerebro reaccionó y miré fijamente a la silueta. Era la dueña del puesto, una viejita que se disfrazó de la catrina, tenía la cara maquillada y llevaba puesto un vestido negro. Una vez que entendí que sólo era una viejita, respiré, asentí con la cabeza respondiendo a su pregunta y le pregunté cuánto costaban.

Respondió diciendo que costaban treinta pesos y me sorprendí porque generalmente son más caras, entonces le pregunté que por qué estaban tan baratas, a lo que ella respondió:

⎯ Muchos dicen que esta especie de cempasúchil está maldita, por eso no las compran. Hay una leyenda que dice que estas flores te llevan con tus seres queridos luego de poner el altar.

Me preguntó:

⎯ ¿Quieres escuchar la leyenda?

Le respondí atemorizado:

⎯ ¡No, muchas gracias!

Y salí corriendo hacia mis padres.

 

Nicolás Toxqui.

Last modified: 1 noviembre, 2022