El castillo de las centurias

Written by | Opinión

Sofofilia

Probablemente una de las cosas de las que más hablan los medios, directa o indirectamente, es del poder. Esta semana, por ejemplo, me encontraba viendo cierto capítulo de la serie House of Cards y el personaje principal, Frank Underwood, dijo algo que me pareció sumamente interesante: “Money is the McMansion in Sarasota that starts falling apart after ten years; Power is the old stone building that stands for centuries.”.  El poder nos atrae quizá por eso: perdura más que el dinero, que va y viene, fluctúa: el poder no tanto, ¿qué tiene esta abstracción para volvernos locos?

Caricatura por: Alejandra Arroyo

Caricatura por: Alejandra Arroyo

Si les hacemos caso a algunos teóricos actuales, el poder está en todas partes. Estamos envueltos siempre en relaciones que de alguna manera u otra tienen el elemento “poder” en ellas: profesor–alumno, padre–hijo, novia–novio, etcétera. Hasta aquí todo parece bien y lógico. Los problemas surgen cuando esas relaciones de poder son alteradas por alguno de sus miembros. Hay profesores que detestan que los alumnos los interroguen o reten, la mayoría de los padres pretenden de una manera u otra “controlar” a sus hijos (por su bien, siempre), y en las relaciones de pareja, cada vez que alguien se quiere pasar de listo, empieza el desastre.

El poder es algo complejísimo: siempre hay algo de él en la vida humana. En cualquier conversación que suceda a su alrededor hay alguien que tiene mayor poder, o que lo ejerce de mejor manera, al menos.

Algo es seguro: nos encanta ser poderosos. Si no me cree, sólo es cosa de ponerse a ver los anuncios de las universidades que pretenden enganchar a los preparatorianos: sé un líder, emprende, sé el actor de tu vida, conviértete en la mejor versión de ti mismo, entre otros.  Todos apelan a ser el centro, el exitoso, el poderoso.

No es tan fácil ejercer el poder durante mucho tiempo, para eso uno necesita saber manipular a la gente a su alrededor y saber cuándo rendirse, ser excesivamente asertivo y muy pocas personas lo pueden hacer. En la ficción sí hay personajes infinitamente poderosos: como Frank Underwood (entre otros antihéroes populares: Walter White, Gregory House, etcétera)

Lamentablemente,  la realidad es un tanto distinta. A pesar de que ejercemos poder en nuestras relaciones, la mayoría no está en un puesto lo suficientemente alto como para sacarle provecho como quisiera. Y por supuesto, todos nos enfrentamos a los límites del poder. ¿Hasta dónde puedo llegar para saciar mis deseos? ¿Qué tan válido es manipular a alguien para que yo salga ganando? Sólo usted dirá, poderoso lector.

Jennifer Mc Namara

Jennifer.mcnamarags@udlap.mx

Last modified: 12 marzo, 2014