Manifiesto de respeto a la felicidad

Written by | Opinión

AMICUS CURIAE 

Tengo un serio problema. Tal vez podríamos llamarle intolerancia, pero intolerancia de la buena. En palabras sencillas, no tolero que la gente le diga a alguien que no puede hacer algo.

A lo largo de mi infancia y adolescencia distintas personas me dijeron que no podía hacer una serie de cosas y a partir de esto desarrollé mi intolerancia. Mientras me encontraba en el vientre de mi madre, ella desarrolló diabetes prenatal y los doctores no lo detectaron, fue por ello que cuando nací tuve un paro cardiorrespiratorio en el elevador mientras me llevaban a los cuneros. Esta circunstancia derivó en una pequeña lesión en el lóbulo frontal izquierdo de mi cerebro. Así las cosas, los primeros años de mi vida transcurrieron con muchos estudios y muchos diagnósticos médicos bastante negativos.

Primero dijeron que a consecuencia de mi lesión no iba aprender a caminar, sin embargo al poco tiempo aprendí a hacerlo como cualquier otro niño. Después dijeron que iba a tener dificultades para hablar correctamente, y la realidad es que actualmente me considero un orador bastante decente. Por último dijeron los doctores que eventualmente iba a dejar de desarrollarme intelectualmente a temprana edad y que iba a presentar una dificultad para relacionarme con otros, similar a un cierto grado de autismo; pues bueno, sobra decir que mis calificaciones son bastante buenas y que, a pesar de que soy un poco tímido, esta situación no me ha impedido hacer grandes amigos.

Me declaro intolerante ante el hecho de que se le diga a una persona que no puede ser feliz, que no puede estar con quien realmente quiere estar y que no puede ser quien realmente es por decir que eso “está mal”.

En muchas ocasiones me han preguntado por qué apoyo tanto a los derechos civiles de los homosexuales, incluso en más de una ocasión me han preguntado si yo soy gay, como si ese fuera el único escenario en donde se justificaría mi apoyo y mi pasión por el tema. Sobra decir que difiero totalmente, pues considero que es una cuestión de sentido común y no de preferencia sexual el poder reconocer cuando hay una injusticia. Y la realidad es que hoy en día hay una injusticia consistente en que se discrimina a las personas por una cuestión personal como lo es la preferencia sexual.

En este mundo existen muchos tipos de discriminación, pero me parece que no hay peor discriminación que aquella que se funda en el amor, amor entre dos personas que a nadie lastima y que nadie debiera tratar de impedir.

La homosexualidad no es una enfermedad, no es una desviación, no es una “fase”, es una afirmación, y principalmente, es una realidad social.

Rubén Alvarez Escobar

ruben.alvarezer@udlap.mx

Last modified: 23 abril, 2014