Tequila con Sabor a Contrastes

Written by | Flechas Rayadas

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Sentarse y tomar un tequila en vísperas de los festejos nacionales parecería el escenario más común para celebrar el tan aclamado “grito de la independencia”, ¿o no? En efecto, ese fue el escenario al que particularmente me incliné. Dicho esto y asumiendo que casi todos los mexicanos de alguna u otra forma festejamos a nuestro querido México, o nos unimos al colectivo de indignación común respecto a lo que “no se puede festejar”, me tomé la libertad de pensar en el trasfondo del festejo nacional y cómo es que este se vive en las diferentes esferas de la sociedad mexicana. En mi caso, a la par de los tequilas y emociones propias y ajenas, sabía que ese preciso momento del “tequilazo”, para algunos otros sería una máscara, un pretexto desolado o alguna manera de discernir un festejo vació imaginativo de una realidad frívola.

El tequila tendrá un sabor en particular, pero no nos sabe igual a todos.

“Somos un pueblo ritual”, dice Octavio Paz al describir esto desde su Laberinto de la Soledad. Un arte esto de la fiesta, un momento de olvido y un espacio para que el libre albedrío y los vicios nos lleven a un escenario distinto del real. Pero, dentro de este festejo, ¿cómo lo vivieron los diferentes personajes del populus mexicano?

Un ejemplo que me parece fantástico para observar es ver, en las distintas sedes del ejecutivo (local, estatal y federal) al líder en turno, figura emblemática de la clase política postrada en su palacio, junto a sus “invitados de honor”. Aquellos que tienen la dicha de compartir un aposento para observar, desde arriba, a su pueblo gritar un “¡Viva México!” lleno de dudas, de incertidumbre, enojo, inconformidad, pasividad, indiferencia y miedo. Por un lado, tenemos vestidos y trajes bailando al ritmo del protocolo y por otro, tenemos a la mayoría que se presume en las calles como acarreada, esa que no termina por decidirse entre abanderar a la indiferencia, al rechazo o al festejo.

La esfera privilegiada se pavonea en el balcón, llena de regocijo, observando desde los cielos (no detenidamente, pero sí con mucha curiosidad y hasta rechazo) a esa mayoría rezagada. Ellos no necesariamente entienden la realidad del otro, y viceversa, son pueblos separados por una gran brecha, festejando, en teoría, lo mismo. Para ambas, el sabor tequila no necesariamente cambia por la marca de la botella, sino por las circunstancias vividas. Unos festejan a un México muy diferente al de los otros. Y así, como este caso, tenemos miles de ejemplos en los que se nos muestra al mexicano en interacción con su fiesta. Desigual, diferente, vista desde muchos ángulos, pero al final de cuentas, fiesta de “todos”.

Por ahí dicen que “en México hay muchos Méxicos” y vaya que lo creo. Las diferencias entre todos los sectores de nuestra sociedad son abismales y a la par, los festejos toman diferentes escenarios, adaptándose a la esencia de cada uno. Estos no conciben la realidad del otro, simple y sencillamente juegan a observarse o ignorarse y en ocasiones, juzgarse. Es curioso ver a este México de muchos festejos, dictaminado por las fracturas sociales, económicas, cultuales y políticas.

En fin, nuestro grito y festejo absorbido por el fervor de una historia en común y no de un presente compartido, tendrá muchas tonalidades, vivido en muchos escenarios, escenarios que contrastan, tequilas que en su variedad de condiciones, a los mexicanos, nos saben diferentes.

 

 

Raymundo Ricardez

raymundo.ricardezga@udlap.mx

Last modified: 20 septiembre, 2016