La monotonía del mediocre

Written by | Ceguera, Opinión

ceguera

image1-1

Estamos atrapados en la monotonía del mediocre. Constantemente nos quejamos de los servidores públicos, los burocráticos, de los policías altaneros y de la gente tibia que, por hacer su trabajo, no puede hacer algo más. Ellos, quienes cobardemente se justifican en las órdenes que tienen que seguir.

A lo largo de la historia, hemos visto muchos casos de gente “cualquiera” que pasó su vida en la trivialidad de un trabajo, acotándose únicamente a lo que “se tenía que hacer”. Gente “cualquiera” que desde su insignificancia hizo mucho daño a la época en la que vivió. Los nazis, por ejemplo, señalados como uno de los casos más sonados de malos, asesinos, o como quieran llamarles; cuya maldad provino de un estado mucho más ordinario de lo que nos gustaría que fuera y mucho más común de lo que nos atreveríamos a aceptar. Ellos, como diría Hannah Arendt, fueron “terroríficamente normales. […] Esta normalidad es mucho más aterradora que todas las atrocidades juntas”.

Sin embargo, poco nos cuestionamos si nosotros como profesionistas, estudiantes o personas estamos siendo parte de esa rutina de la vida mediocre, o peor aún, si nosotros estamos ocasionando daño también. Como estudiantes, algunos añoran ingresar al medio laboral para eventualmente desempeñar un papel rutinario y común. Dejándonos llevar por la nómina o el salario que eventualmente nos pondrá en una situación que no nos apasiona, no nos gusta, y por lo que nos limitaremos a realizar las tareas que nos son encomendadas e iremos por la vida con una mala cara.

Pese a todo lo anterior, existen personas que hacen un esfuerzo que admiro muchísimo, personas que desde sus trincheras laborales se toman el escandaloso atrevimiento de ser diferentes. Con ello, rompen con la cotidiana mediocridad en la que habitamos.

Entre días malos y entradas apresuradas a la UDLAP, en un día de esos en los que hacemos todo de manera automática, mientras iba de regreso a mi casa, me di cuenta que coincidir con un poli de la universidad generaba una pequeña gran diferencia en mi día. Después de transitar entre tanta gente malcarada y ausente, esta persona rompió con la rutina en la que todos parecemos estar inmersos. Me parece tan extraño como fascinante que cada vez que tengo la fortuna de coincidir con él, me despierta del trance en el que me encuentro, con una sonrisa amable y un saludo sincero.

Algo que pudiera parecer tan insignificante marca una radical diferencia entre su trabajo y el de los demás. Para variar, rompe con la ridícula excusa de limitarnos a lo que tenemos que hacer, por lo que nos pagan. Esto, que para muchos es nada, o quizás una cursilería mía, lo considero un acto tan rebelde como noble, que me recuerda que tenemos que despertar del lapsus en el que nos encontramos hundidos, para así terminar con nuestra existencia automática y empezar a involucrarnos de otra forma con nuestro entorno, trabajo y nuestra vida.

 

 

Sara Achik López
sara.achiklz@udlap.mx
@SaraAchik

Last modified: 10 octubre, 2016