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Les escribo desde un mundo desconectado. Lamentablemente es bastante solitario. Durante toda mi carrera he vivido en Colegios Residenciales. Es normal que los fines de semana se vaya mucha gente, pero nunca me había tocado como este fin, ni siquiera en puente. Llegué a una simple conclusión: sin Internet no hay universitarios.
El Internet es una herramienta que ha estado en nuestras vidas por relativamente poco tiempo. Como lo había mencionado en una de mis columnas anteriores, recuerdo haber vivido en una época de transición, una época sin Internet, aunque, al mismo tiempo, ha estado presente durante la mayoría de mi vida.
Para ser una comodidad reciente, nos hemos vuelto completamente dependientes al él; conozco perfectamente el pánico que se genera cuando se va el wifi. Me sorprende que debido a la ausencia del Internet por un fin de semana, los Colegios Residenciales se vacíen. Perder el Internet significa perder conexión, nos dejamos de enterar lo que está pasando en la vida de nuestros amigos y familiares.
Sin Internet hay tiempo para reflexionar, y tal vez esa sea la razón por la cual huimos del mundo desconectado, pues a lo que de verdad tememos es estar con nosotros mismos. Nos quitamos ese distractor externo tan potente y no nos queda más remedio que enfrentarnos a nuestras plagas internas. Por lo mismo es que recomiendo no esperar estos bajones de Internet, sino desconectarnos voluntariamente.
Ya descubrimos cuantos likes podemos tener en una foto. Ahora es tiempo de descubrirnos a nosotros mismos. ¿Quién sabe? tal vez somos buena onda. Lo peor que nos puede pasar es descubrir algo que no nos gusta de nosotros pero ¿qué tendría de malo eso?, sin ese tiempo de introspección no podríamos percatarnos de nuestras fallas y menos mejorarlas. Darse cuenta de nuestros errores es el único camino hacia la mejora. Ya no me queda nada más que hacer que apagar pantallas y tener una cita con mi mejor aliada: yo misma.
Anna Gabriella Cavagliano Martínez
Last modified: 14 noviembre, 2018