Tras una consulta popular llena de irregularidades, la Cuarta Transformación ha comenzado. Con total sinceridad, estuvo de más que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) montara una consulta para decidir el futuro del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) si de por sí lo iba a cancelar por su… voluntad. Como cangrejos, lo que parece ser un paso para adelante hacia un México “democrático” son, en realidad, doscientos pasos para atrás en otros aspectos.
Quizá una de las repercusiones más palpables sea la polarización social que López Obrador ha causado desde su campaña. Era común desde antes del 1º de julio llamar a los seguidores cegados en ignorancia de López Obrador “chairos”, pero ahora ellos clasifican a los opositores de López Obrador como “derechairos” o “fifís”. Y el disgusto no solo se limita a poner nombres para burlarse de la facción opuesta. Los conflictos en redes sociales entre seguidores y opositores de López Obrador llegan a tal grado que la discusión diplomática se vuelve imposible. Y no solo en lo social empieza a haber problemas: la economía también está resistiendo unos buenos golpes.
Tras el anuncio de la cancelación del NAIM, el peso y los mercados fueron a la baja, como era de esperarse. Aunque los efectos inmediatos no fueron considerables, al menos comparado con lo que pasó de 2012 hasta hoy con el dólar, lo que pueda pasar a largo plazo está de miedo. La fuga de inversión extranjera prevista es muy especulativa, pero afrontemos la verdad: ¿quién quiere invertir en un país indeciso y con infraestructura insuficiente para las exigencias del comercio internacional? Además, si las condiciones empeoran para nosotros los mexicanos, no es exageración decir que va a haber fuga de capital humano.
Aun así, hay un punto que da miedo tocar, y espero que no sea cierto cuando López Obrador tome protesta: el retroceso político. México no se deshizo más del PRI del Siglo XX luego de 70 años para querer regresar con él. Si hay algo que caracterizó a ese viejo PRI fue el autoritarismo y, hasta cierto punto, la represión a la expresión pública. Aunque López Obrador no ha tomado posesión, ha ganado un culto de personalidad digno de José Stalin o Mao Zedong. También tacha de “prensa fifí” a los medios que lo critican justo como Trump tacha de “fake news” a sus opositores en la prensa. Y si ya vimos que con la consulta va a hacer su santa voluntad, preparémonos para el próximo dictador de órdenes.
A menos de un mes de diciembre, todo México está al borde del asiento. Nadie sabe qué nos espera una vez que López Obrador se vuelva Presidente, y sinceramente no quiero que por seis años estemos cantando “Cangrejos al combate, cangrejos a compás”. La próxima administración no debe poner en juego el futuro de México y debería pensar en todas las consecuencias de sus decisiones si no quieren que cada paso adelante que den sean 200 para atrás para México.
Ann Cervantes Trejo
Last modified: 4 noviembre, 2018