La (IR)Responsabilidad Bancaria

Written by | Opinión, Reflexiones

El sistema bancario mexicano es un oligopolio. Prácticamente, lo dominan 6 grupos financieros que gozan de más del 75% de todo el mercado de crédito del país. De estos “grandes bancos”, cuatro son de origen extranjero: BBVA, Citibanamex, HSBC y Santander. Mientras los restantes son orgullosamente mexicanos: Inbursa y Banorte. El resto de los bancos son regionales o de nicho (Scotiabank, BanRegio, BanBajio, etc.) o se dedican a la base piramidal (Azteca, Compartamos, etc.), de manera que no son competencia para los institutos principales. El problema de un oligopolio reside en la laxa o nula competencia que hay entre sus integrantes. Asimismo, es común normalizar ciertas conductas enfermas porque todos lo hacen. Por ejemplo, en México, la prevención del lavado de dinero es un problema latente. HSBC ha caído en distintas ocasiones por este delito. En total, cada año las instituciones financieras reciben más de 7 millones de reclamaciones y el sector paga alrededor de 200 millones de pesos en multas. Esto nos indica que el servicio al cliente deja mucho que desear. Y bueno, el gobierno corporativo es la cereza del pastel en esta catástrofe.

Con la aplicación de múltiples sanciones y el levantamiento del Movimiento de responsabilidad ambiental, social y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés), las instituciones financieras se han puesto las pilas en ese rubro. Para un banco, cumplir con estos estándares es sumamente rentable porque: 1) los focaliza como objetivo de inversión, 2) reduce riesgos y costos de financiamiento, y 3) da buena imagen, lo que atrae más clientes. En el país, los casos de éxito son Banorte y Santander. El “Banco Fuerte de México” desarrolló el Sistema de Gestión de Riesgo Social y Ambiental (SEMS, por sus siglas en inglés). Este programa analiza los riesgos y el impacto tanto ambiental como social derivado de una actividad financiada por la institución. Por su parte, el grupo español califica los factores ESG de cada empresa en la que piensa invertir. De esta manera, al precio objetivo obtenido de la valuación tradicional, le suma o resta una prima/descuento obtenida del análisis ESG. Ambas empresas integraron la responsabilidad en sus procesos de toma de decisión. El resto del mercado aún está en pañales al respecto.

Sobre la responsabilidad ambiental, frecuentemente una institución financiera resuelve este problema mediante la emisión o compra de Bonos Verdes que financian proyectos de infraestructura sustentable, el desglose de su impacto ambiental, la modernización sustentable de sus oficinas, y programas de reforestación o uso responsable del agua. El primer paso suele ser firmar un compromiso con los Principios de Inversión Responsable (PRI, en inglés) propuestos por las Naciones Unidas. En México, solo 24 empresas lo han suscrito, entre ellas: Banorte y pensiones BBVA.

Sobre la responsabilidad social, los bancos se enfocan en el servicio al cliente, la igualdad de género, el desarrollo profesional de sus empleados, condiciones laborales optimas y ciberseguridad. Aparentemente, por su naturaleza competitiva y en busca de los mejores talentos, los empleados del sector financiero han sido de los mejores pagados y con las mejores condiciones en el país. Asimismo, las firmas extranjeras poseen una ventaja ante las nacionales debido a la exposición internacional que ofrecen a sus talentos. Pero esto lo compensan los bancos mexicanos con otros adicionales como fondos de ahorro, sindicatos o mejores primas. Como ya mencioné, el servicio al cliente apesta y es algo en lo que deben mejorar los bancos. De igual manera, los ataques cibernéticos son un peligro cada vez más punitivo y que el mercado no ha sabido detener. De hecho, los ciberataques contra los bancos han costado 784 millones de pesos. Cabe destacar que la pandemia ha obligado a las instituciones a mejorar sus sistemas de seguridad, algo bueno de toda esta situación.

Sobre la responsabilidad corporativa, el sistema financiero mexicano reprueba casi todas las materias. Los puntos para analizar son: la composición del Consejo de Administración, los accionistas controladores o insiders, el cumplimiento de los parámetros de riesgo y auditoria, y la compensación de los Directivos. Afortunadamente, hay buenos controles estandarizados para reducir el riesgo operacional, por lo que en México se cumple ampliamente con los parámetros de riesgo y auditoria. La compensación de los directores debe estar alineada de algún modo con el rendimiento y operatividad de la empresa. De esta manera, la Administración estará correctamente incentivada en cumplir con sus roles y trabajar a favor de la empresa.

Por otro lado, los Consejos están conformados mayoritariamente por señores mayores a 50 años. Si bien el género no está correlacionado con el performance y la edad es una semi-garantía de experiencia y profesionalidad, beneficios obtenidos de la diversidad se pierden por completo. Asimismo, tener los mismos miembros durante muchos años en el Consejo, limita la adaptación a nuevos entornos que exijan diferentes habilidades o filosofías. Un problema preocupante en el corporativismo mexicano son los accionistas controladores. Estas personas o sociedades son aquellas que contienen un porcentaje considerable de participación en la firma. El inconveniente surge cuando estas personas son familia o mismos directores y, como México es un país infestado de empresas familiares, es complicado abrir una empresa a nuevos y mejores colaboradores. Estas dos razones generan potenciales conflictos de interés entre los administradores, el consejo y los inversionistas. Por esto, el mercado mexicano (incluyendo el sector financiero) aún no está comprometido con la responsabilidad corporativa.

En suma, el sistema financiero es responsable con los suyos y su entorno, pero goza de una irresponsabilidad muy peligrosa con sus accionistas y stakeholders. Como personas interesadas en estas empresas, debemos exigir un gobierno corporativo mejor conformado y un desglose de intenciones o diversificación en la composición de participaciones. Es un cambio difícil porque requiere un cambio cultural o la normalización de dejar sin participación a familia y amigos en cuanto a negocios se trata, cuando no son las mejores propuestas para un cargo. Los inversionistas y tus canas lo agradecerán. Los compadrazgos no tienen cabida en las altas finanzas donde se mueven millones de pesos y miles de empleos, donde los mejores proyectos deben ser financiados y las personas más capaces apoyadas. Confío en que las nuevas generaciones sabrán separar a la familia y los amigos del trabajo, y que serán banqueros comprometidos con su planeta, con su gente, con sus inversionistas y con sus empresas.

Carlos Gómez H.
Editor de Opinión, La Catarina
carlos.gomezhz@udlap.mx
@carlosg_ze

Last modified: 20 noviembre, 2020