El engaño de la productividad

Written by | Opinión

En los espacios de conversación del estudiantado, la discusión sobre el efecto que las clases en línea han tenido sobre nosotres suele verse así: mayor ansiedad, más estrés, menor motivación y disminución en el rendimiento académico. Sin embargo, algo de lo que no se habla es de cómo esto puede impactar nuestra autoestima y la imagen que tenemos de nosotres mismes.

Como sucede con muches estudiantes, la pandemia ha afectado severamente mi productividad. Es difícil estar motivada cuando mis días enteros se ven reducidos a la pantalla de una computadora. Y esto es entendible, pero antes solía sentirme increíblemente culpable durante los días en que no me sentía capaz de hacer nada, tan vacía por dentro como la hoja de Word que tenía frente.

Eventualmente comprendí que esto era porque vivimos en una cultura que sugiere a la productividad como el epítome de la existencia, como si solo debiéramos vivir para el trabajo o el estudio. Se nos dice que una persona constantemente productiva es digna de admirar y, cuando no encarnamos lo mismo, nos sentimos inferiores de una manera u otra. Entonces nos decimos que debemos ser ‘mejores’, y trabajamos por alcanzar un ideal que, al final del día, es imposible de cumplir. Porque no somos máquinas, somos seres humanos.

El sistema capitalista nos ha vendido la idea de que nuestro valor está determinado por lo productives que seamos. Para alcanzar la idea de éxito que se nos ha impuesto debemos ‘trabajar duro’, rompernos la espalda, porque algún día ‘se nos recompensará’. Sin entrar en debate sobre las desigualdades inherentes del sistema, es necesario ser conscientes de lo tóxico que es este modo de pensamiento. No necesitamos de la productividad para validar nuestra existencia ni para medir nuestro valor. No valemos por lo que hacemos: valemos porque existimos, y no hay más.

Además, ¿quién decide qué es productivo y qué no? Por salud mental, debemos comprender que estas ideas se han establecido por un sistema al que solo le somos útiles si contribuimos a mantenerlo marchando. Esto ha provocado que nuestro concepto de ‘productividad’ sea increíblemente limitado, cuando lo cierto es que estamos en toda la libertad de decidir qué es productivo para nosotres. Con esto no digo que no tengamos que cumplir ciertas funciones, porque finalmente todes tenemos que participar en el sistema. Sin embargo, sí podemos desarrollar un pensamiento crítico que nos ayude a construir una idea más personal y, por lo tanto, más saludable, de lo que significa ser ‘productive’. Igualmente, tampoco hay que olvidar que no tenemos que ser productives (de la manera en que lo concibamos) todo el tiempo: a veces necesitamos solo existir, y eso también está bien.

Hoy entiendo que mis días ‘poco productivos’ no significan que sea floja, que no tenga ambición, que sea débil o que sea inferior a otros. También comprendo que es completamente irrealista e injusto exigirme a mí misma estar haciendo algo ‘provechoso’ todo el tiempo. Ahora puedo hacer cosas simplemente porque quiero hacerlas, sin sentir culpa porque ‘no sirven para nada’. Y desde que entendí todo esto, soy más feliz y me quiero más.

Karmina Álvarez Sánchez
Columnista
karmina.alvarezsz@udlap.mx

 

Last modified: 9 noviembre, 2021