Desigualémonos

Written by | Flechas Rayadas, Opinión

flechas rayadas

Mientras la humanidad continuaba su vida cotidiana y el transcurso de su historia, su destino la asaltó con una noticia bastante controversial: el 1% de la población mundial tiene en sus manos la misma riqueza que el 99% restante.
​Nuestro sistema vigente al parecer nos jugó una mala pasada. La riqueza mundial está mal distribuida entre los que la producimos. No, tranquilos, tampoco les está hablando Marx resucitado en una columna de opinión, pero sí les está hablando un estudiante de clase media en la región más desigual del planeta.
​Regresemos un poco, ¿qué es desigualdad? Quiere decir que mientras un jeque árabe desayuna platillos exóticos en una mansión con la más alta plusvalía, un niño en África se limita a esperar llevarse algo a la boca y yo, de la clase media, puedo disfrutar de una hamburguesa de McDonald’s. Todo al mismo tiempo y es, lo que yo llamo: la magia del capitalismo.
​Estamos divididos en “clases sociales”. Con los países sucede algo parecido, los delimitan como “desarrollados” (los chicos ricos), “en vías de desarrollo” (los que “le echan ganas”) y “subdesarrollados” (en pocas palabras, los jodidos). Bastante sencillo, ¿no?
​¿Socialismo mundial? No, ya se intentó eso. La humanidad seguirá tratando de fingir una “consolidación” con los modelos económicos de producción que ha inventado a lo largo de los siglos. Entre ellos por supuesto, el actual.
​No podemos simplemente culpar al sistema y ya, va más allá de una crítica generalizada y un “ya estamos fregados”. Si bien es una realidad que los engranes del reloj mundial no han funcionado correctamente, dejando a algunos en la miseria descomunal y a otros en el paraíso terrenal, tenemos que tomar en cuenta que existe la posibilidad de modificar las reglas del juego, para que éste sea más justo y esa riqueza, llegue a los que hoy por hoy están sin nada y los que tienen poder económico –prácticamente ilimitado– compartan algo de ese poder.
​Es una cuestión de responsabilidad social. No podemos obligar a nadie a ceder sus riquezas materiales, (llega a sonar hasta absurdo) pero sí podemos equilibrar la balanza para que ese 99% pueda aspirar a más. Si este sistema defiende la libertad y justicia en el discurso, que así sea en la realidad.
​Propuestas existen, es cuestión de observar a los que ya están haciendo esto posible. Si bien no erradicar la desigualdad, lograr que el ser humano alcance estándares de calidad de vida considerables, por ejemplo: la sociedad civil organizada; empresarios que no únicamente donan, también invierten para desarrollar sociedades. La Economía Social, allí donde el sector privado colabora con el público, está formado por activistas que aportan su “granito de arena” de manera anónima.
​Dejemos la diplomacia, (sí, se los dice un internacionalista) el discurso de los hombres trajeados, las comidas exóticas en Suiza con “expertos del diálogo”, las promesas vacías de un futuro mejor y pongámonos en verdad a hacer que el mundo gire para todos. Tampoco apoyemos mediocres, no se trata de que todos tengamos lo mismo mientras unos se esfuerzan más que otros, se trata de tener lo justo –por el simple hecho de ser seres humanos– en un sistema que le da la espalda a la mayoría y la mano a un pequeño grupo. No nos conformemos, que nuestro límite sea ayudar a los que en verdad no tienen, logrando que hagan por ellos mismos algo trascendental.
​ No juguemos a ser Dios en la tierra, juguemos a ser verdaderos seres humanos.

Raymundo Ricárdez

Last modified: 9 febrero, 2016