Profesionalizar el arte

Written by | Opinión

Al hablar de arte, los referentes más cercanos que nos vienen a la mente son la pintura, ballet, música extraordinaria, interpretaciones de actores en el escenario o en la pantalla, literatura, etcétera. Al hablar de arte, se piensa en piezas y artistas ya consumados; se habla de este ideal que está en los museos, en los teatros y en las salas de conciertos, en ese que ya está acabado y puesto en manos de un jurado que es el público. Sin embargo, la verdad no peca pero sí incomoda, y es que cuando se piensa o se habla de arte, no es sobre el que apenas está en desarrollo. No hablamos de artistas en formación, ni en piezas u obras semiprofesionales, inacabadas, imperfectas o núbiles. Existe para esto una justificación, y es que este tipo de arte o artistas están en vías de ser profesionales, (aspiran a ello) pero, en la mayoría de los casos, aún no lo son.

Creo que todos los estudiantes de arte, todos los artistas en ciernes, deseamos ser profesionales y deseamos que en algún momento de nuestra carrera (ya sea en vida o muerte) nuestro trabajo se reconozca y aporte algo más al mundo del arte, algo que hasta ese momento no existía, no se veía de esa manera, o no llegaba a la gente como se hacía hasta ese momento. Me parece que la aspiración del arte y del artista joven va por ahí.

Sin embargo, para poder llegar a una sala de recitales, a una editorial, a un museo, a un escenario vacío o a la pantalla (sea chica o grande), se necesita un trabajo duro y un esfuerzo sobrehumano. No pienso que exagere en esto último. Para llegar hay que aspirar por lo extraordinario, para lo que se necesita un esfuerzo proporcional a ello. Esto es lo que el público no ve: las horas de esfuerzo y voluntad por mejorar, que se aprecian y admiran en la maestría con la que un artista ejerce su arte.

Sin ánimo de ofender, pienso que muchos artistas aprendices se dejan llevar por sus circunstancias. Es decir, vivimos en una época en la que las distracciones son tantas y tan variadas que es fácil dejarse seducir por ellas y dejar el trabajo a un lado. Pero esto nos lleva a ser esos jóvenes que solo aspiran a llegar lejos, no más. Los sueños está bien tenerlos, siempre y cuando se conviertan en metas, ejes de los que podamos trazar rutas.

Quizá otro gran vicio del artista aprendiz es confiarse a su talento. Saberse bueno para algo y no trabajar por mejorar, explorar e innovar a diario; qué gran cáncer para quien es joven o está aprendiendo. El talento no es nada si no se trabaja, frase trillada pero cierta. He visto a grandes talentos contemporáneos estancar su creatividad debido a las horas de práctica, de técnica, de investigación o experimentación faltantes.

Todo lo anterior se sabe, y gente mucho mayor y más ilustre que yo lo ha dicho antes. Es necesario poner este tabú sobre la mesa. Quizá lo más determinante de la profesionalización de un artista es su capacidad de ofrecer y entregar, de estar presente, ¿a qué me refiero con esto? Con “ofrecer” pienso en muchas cosas: desde ofrecer su arte al público, hasta su tiempo, su vida, su talento y su trabajo a su propio arte. Con la “entrega” quiero decir que un artista debe darlo todo por su trabajo, por su arte, entregar horas de su vida, espacio, talento y generosidad para que la obra artística pueda surgir.

Y con “estar presente”, en verdad me refiero a eso: estar siempre disponible y comprometido con su trabajo, con las personas que apoyan sus sueños, con el público que ha decidido regalarle un pedazo de su tiempo para verlo, y estar ahí, en el escenario o la galería a pesar de las circunstancias adversas. Porque nada dice más de un profesional que su profesionalismo. Estar presente, sin importar la vida y sus golpes, es la prueba más dura que tal vez debamos enfrentar como artistas, pero nos forjará como gente comprometida y dispuesta a ofrecer su vida al arte. Es lo que separa quizá al amateur, el que toma nuestras profesiones como un pasatiempo.

Todo lo mencionado anteriormente es porque estoy cansada. Cansada de la displicencia con que el arte es tratado tanto por quienes lo hacen como por quienes no. No sé en otros países, pero quisiera que en México el arte comenzara a ser tratado con dignidad, con profesionalismo. No estudiamos carreras en arte para ser tratados como flojos o vagos, ni para ganar menos dinero que cualquier otra persona graduada en otra carrera. La vida en el arte es compleja. Trabajamos con lo intangible, con lo humano, y eso tiene un valor y un peso invaluable. Pero, si no somos nosotros, quienes deseamos y hacemos arte, los que dignifiquemos su lugar en la sociedad, no pienso que nadie más vaya a hacerlo.

Aprender a ser un profesional en el arte significa valorar y enaltecer su lugar. Significa que venimos a hacer las cosas bien, que hemos estudiado y nos hemos preparado para ello. Significa que merecemos un sueldo, un lugar de trabajo y un público acorde a esta profesionalización. Y eso se aprende desde el primer momento, desde las aulas y la disciplina, y la seriedad con la que se trata el trabajo propio y el del otro.

 

Guly Miller

judith.roldanco@udlap.mx

Last modified: 20 marzo, 2019