Al humano siempre le ha gustado pensar en el futuro. Partiendo de esto, y de la enorme cantidad de obras de ciencia ficción que han sido producidas desde finales del siglo XIX, se propone el ejercicio retrospectivo de tomar algunas de estas propuestas y analizar de qué manera han sido o no atinadas —en específico, dos de las obras distópicas más influyentes del siglo XX: Un Mundo Feliz de Aldous Huxley y 1984 de George Orwell. Ambos textos se relacionan al presentar un futuro poco grato para la (pomposamente llamada) civilización— en los dos casos la sociedad ha sido subyugada por un poder gubernamental mayor e inescapable, punto que es reiterado por la travesía de los personajes principales de cada novela: hombres que intentan luchar contra el sistema, pero finalmente son derrotados. No obstante, las semejanzas terminan pronto y son las maneras en que se llega a cada distopía presentada las que verdaderamente separan a estas obras.
En 1984, popular entre adolescentes pseudopunks y publicidad antiburocrática, lo que lleva a la decadencia de la sociedad son las mismas cosas a las que les tenemos miedo: la violencia, la vigilancia extrema de cada aspecto de la vida, la pérdida de lo privado. Huxley, por el contrario, en Un Mundo Feliz plantea que lo que lleva a la distopía son los excesos de aquello que deseamos: la comodidad, el entretenimiento barato, las “soluciones mágicas” a los problemas (presentadas como píldoras estilo Prozac llamadas Soma), la inmediatez de la complacencia.
Dependiendo de la región geopolítica en que se encuentre, el escenario orwelliano es más relevante. Pensemos en Londres, donde se calcula que hay una cámara de vigilancia pública por cada 11 personas. O en países como Venezuela o Siria, donde el gobierno ha mantenido a la población de rodillas a través del uso de terror y violencia. Por el otro lado, el escenario de Huxley es evidente en Estados Unidos: las controversias por el uso de pastillas psiquiátricas en niños para controlar su comportamiento, la accesibilidad al entretenimiento y demás formas de escapismo a través los medios. Pero el mundo no está dividido en blanco y negro, ni en Orwell y Huxley. Todas estas problemáticas responden a diferentes perspectivas y contextos, y difícilmente funcionan dentro de un sistema total. Basta pensar en el Internet: por un lado, la cúspide de la inmediatez del deseo y, por el otro, una plataforma completamente vigilada, donde los usuarios transitan y aportan información sin pensarlo a instituciones comparables con El Gran Hermano de 1984; sólo que la imagen es más colorida, y el eslogan te enfrenta, preguntándote ambiguamente si te sientes con suerte.
Jean Carlo Medina
1984 desde el anonimato distopía huxley literatura Orwell Un Mundo Feliz
Last modified: 19 marzo, 2014