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Nebraska es una típica película de Alexander Payne: íntima, sencilla y poética. Si amas o te gustan las cintas de este director (Election, About Schmidt, Sideways y The Descendants) Nebraska te dejara muy satisfecho. Si traes algunos conflictos con estas cintas, con Nebraska te encontrarás los mismos conflictos.
Al igual que en sus cintas anteriores, Payne nos cuenta la historia de un personaje con un agudo sentido de soledad. Bruce Dern interpreta a Woody Grant, una persona de edad avanzada que se obsesiona con ir a reclamar un premio de un millón de dólares que le llegó por correo. El argumento principal puede sonar a una cinta de comedia pero no lo es en absoluto. Es un filme acerca de una familia, de sus necesidades, sus deseos, el descubrimiento de las consecuencias de los errores del pasado y la búsqueda de reconciliación por parte de algunos miembros y el completo desinterés por parte de otros.
Filmada en blanco y negro, Nebraska cuenta con un completo ambiente de melancolía y desesperanza. Reflejando, no a un pequeño pueblo lleno de fervientes trabajadores tratando de alcanzar el sueño americano, sino de personas comunes y corrientes. Un poblado que gasta gran parte de su tiempo viendo la televisión. Una población llena de gente egoísta, interesada y si la situación así lo requiere, gente que hará lo que sea necesario para que sus intereses personales no se vean afectados.
Es justamente en ese aspecto donde radica la verdadera belleza de Nebraska. No es una narración de gente extraordinaria que influyan en la vida de muchas personas. No es un relato que narre situaciones mágicas o inimaginables. Es más sencillo que eso. Nebraska es la historia de una familia integrada por gente compleja, cada uno con sus propios errores cometidos en el pasado. Alexander Payne aplica perfectamente el dicho: a veces menos es más.
Alejandro Piñones
Last modified: 9 marzo, 2014
