Pídeme todo, menos tiempo

Written by | Cafeína para despertar, Opinión

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Cuando me convertí en universitaria, la gente comenzó a medio tomarme en serio. Ya no cuestionaban mi estrés, ya no preguntaban a dónde iba o de dónde venía, por qué llegaba tan tarde o las razones por las que me desvelaba y dejaba la tele prendida. Para todo, la respuesta era la misma: “es la universidad” y como por arte de magia, los reclamos desaparecían. De pronto, encontré el pretexto perfecto para zafarme de los compromisos familiares incómodos y de todo lo que antes me forzaban a hacer: “Fernanda, vamos a ir a comer con los padrinos de tu hermano”, mi respuesta: no tengo tiempo, “Fernanda, tenemos los XV años de tu prima tercera, hija del primo de tu tío que es mi primo y que nunca en tu vida has conocido”, mi respuesta: no tengo tiempo, “Fernanda, el Presidente de la República te llama, dice que es urgente” y mi respuesta no cambiaba: dile que no tengo tiempo. Debo admitir que fue una maravilla. Nadie te cuestiona, cuando lo que te falta no son ganas sino tiempo y haciéndoles creer que no lo tienes, te ahorras reproches, regaños y herir susceptibilidades. Así es como comencé mi relación sentimental con Netflix, el día que me sobró tiempo y decidí invertirlo en mí, conmigo.

Netflix y yo vivíamos un historia apasionada de amor, hasta que efectivamente se me acabó el tiempo y ahora en verdad, vivo ocupada: quiero salir y estoy demasiado cansada, quiero procrastinar y procrastino preocupada por lo que tengo que hacer y no estoy haciendo, suena el despertador y todo lo que quiero, es seguir durmiendo. Un profesor –de esos que te aman y te convierten en su protegido– una vez me dijo, que en la política, la guerra y el amor, el factor que más importa, es sin duda: el tiempo.

Un artículo del diario The Washington Post, explica una de las muchas teorías que existen sobre la percepción de éste. En el estudio, se argumenta que cuando cumplimos un año, el tiempo representa toda nuestra vida, pero a medida que crecemos nuestra percepción sobre éste se reduce. A la edad de cinco años, el tiempo en el que sentimos que transcurren 24 días, es equivalente a esperar un año a la edad de 54. Cuando cumplimos 18, un año equivale al 5.56% de toda nuestra vida y a los 35, sólo al 2.86%. Por eso, cada año pasa más rápido y un día, nos quedamos dormidos a mediados de agosto y despertamos en vísperas de Navidad. El tiempo vuela, no es broma y tenemos que estar conscientes de con quién lo compartimos, en qué se lo invertimos y a dónde lo regalamos, porque el tiempo es eterno pero nosotros no y esa, es la diferencia.

Nada me da más terror que escuchar a alguien decirme “necesito un tiempo”. La primera vez que lo experimenté, tenía la tierna edad de 14 años y hasta la fecha, no se lo perdono. Me quedé helada, ¿tiempo?, ¿tiempo para qué demonios?, ¿quién, a sus 14 miserables años necesita un tiempo? Y a todo esto ¿qué es un tiempo?, lo maldije en mi cabeza, se rompió mi corazoncito, me aclaré la garganta y le dije: mi amor, tómate el que necesites. Ese, fue el final de mi relación. Después de eso, juré que había aprendido mi lección: “de ahora en adelante nada de tiempos” me dije, y a los 20 años cometí el mismo error. Últimamente, en mis ratos libres (que no son muchos), me he puesto a pensar en lo egoísta y cruel que es pedirle a alguien tiempo y en lo tonta que fui al darlo (no una, sino dos veces).

Le pedí a mis amigas su opinión, pensando que no solo yo era incongruente, que alguien más odiaría esta dinámica amorosa de tortura y a la vez, habría sido víctima de ella y me topé con pared. Al unísono, todas respondieron: “nunca lo daría”, “si te lo pide no te quiere suficiente”, “tiene a otra”, “o están juntos o cortan” y –mi favorita– “son mamadas”. La verdad, creo lo mismo. Pedir un tiempo en una relación es egoísta, porque no estás ni dejas ir a la otra persona. El amor no se puede dar un tiempo, no se va de vacaciones, no se puede meter en el congelador para conservarse, ni vive de aire. Poner los sentimientos de otra persona en pausa porque “no eres tú, soy yo y necesito arreglar mis pedos, pero mientras ahí quédate, no te muevas”, como diría una de mis amigas: Bullshit. Nunca he entendido por qué no terminan con una relación en vez de lanzarla al limbo y yo puedo entender muchas cosas: que tenga problemas, que necesite pensar, que se sienta abrumado, cansado, confundido, que quiera estar solo. Todo eso es respetable, lo que no es respetable es la dinámica de “no te quiero conmigo pero tampoco con nadie”. Eso no es chido.

Todavía le pregunto a la Fer Soria del pasado por qué cometió el error de gastar su tiempo, dándoselo a una causa perdida y todavía no me responde. Supongo que parte de mí esperaba que todo se arreglara, que el idiota en cuestión se diera cuenta de la soberana tontería que había cometido, que solo era una pausa a mi “eterna” historia de amor, porque pobre wey, estaba confundido ¿él que culpa? La esperanza muere al último y empiezo a creer que la mía es inmortal.

Ahora, creo que no cometería ese error de nuevo por dos razones: la primera, porque alguien me demostró que quien te quiere, te quiere ahora, no al rato, ni mañana, ni en 2 semanas o el próximo año; y la segunda, porque lo he sufrido bastante y el amor no debería ser una espera. Así que si hoy me lo pidieran, creo que mi respuesta sería esta: “qué pena mi amor, pero no tengo tiempo”.

Fernanda Soria Cruz.

maria.soriacs@udlap.mx

Last modified: 18 febrero, 2016