Mientras hablamos de teorías sobre la comunicación (estudio de masas, usos y gratificaciones, funcionalismo, etc.) a unas amigas y a mí nos empezó dar una crisis existencial, pues el profesor hablaba de cómo en realidad todo lo que hacemos está “programado” por la cultura mediática.
Mientras filosofaba sobre el tema con una amiga, llegué a la conclusión de que tal vez no tenga sentido para muchos, pero para mí sí. Ambas concordamos que en realidad nada importa: ni la ropa que usemos, ni qué películas vemos, ni siquiera cómo nos desenvolvemos con las personas ni cómo ninguna de nuestras decisiones es realmente nuestra. Nuevamente, NADA importa. A pesar de esto aquí estamos, viviendo nuestros días de manera “normal” porque realmente emanciparse del sistema no es nada fácil -y en realidad no cualquiera lo puede hacer-.
Regresando a la conclusión, mi gran revelación fue el darme cuenta de que somos existencialistas positivos. Para mí quiere decir que, en efecto, sabemos que lo mundano en realidad no tiene importancia y que probablemente no deberíamos tomar las cosas de la vida diaria tan enserio, pero elegimos conscientemente hacerlo porque la vida es demasiado buena como para no hacerlo.
La experiencia humana es completamente exhilarante como para no vivirla de una manera positiva. Porque es cierto, nada importa y hay dolor, sufrimiento y un millón de escenarios poco favorables más, pero la vida no deja de sorprenderte. Es tan adictivo amar la vida sin ataduras, porque a veces nos deja sin aire tirados en el suelo y aquí estamos queriendo amarla una vez más, aunque sabemos que nos tumbara una y otra vez. Esto se puede resumir en una frase que escuche en la película Remember me (2010) dirigida por Allen Coulter: Lo que sea que hagas en la vida será insignificante, pero es muy importante que lo hagas. Porque nadie más lo hará.
Nadie más lo hará.
Diana Sofia Cortez Woo
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Last modified: 9 octubre, 2017