Noche de Leyendas

Written by | Campus

La carpa es lo único iluminado en el jardín central. El cielo está oscureciéndose, ya de un color azul marino, cuando anuncian el Tour de las 21:00 hrs. Hacemos una fila y nos ponen una pulsera rápidamente. Después de checar que nadie se haya metido al grupo, nos colocamos en un círculo alrededor de un hombre con la cara pintada de blanco. Comienza a hacer frío, pero es aguantable. Él nos explica las reglas del recorrido: no fotografías, no tocar a los actores, no abandonar el grupo. Hace algunos chistes, apuntando a sus víctimas con su linterna al decir el punchline. Si estábamos muy asustados nos dijo que podíamos abrazar al Azteca que venía en el grupo. Hay una risa nerviosa, y un seguro “no” por parte de la novia del jugador.

Finalmente nos dejan comenzar el recorrido. Nos llevan al pie de los escalones del edificio de Negocios, en donde nos acomodan para tomar una foto. Puedo ver de reojo cómo una sombra sube los escalones rápidamente, el flash del celular me deslumbra y pierdo de vista a la silueta. Luego de tomarnos la foto, subimos al segundo piso. Arriba hay un chavo con la cara pintada como si tuviera la boca deshecha. Nos grita que nos vayamos de ahí si queremos salir con vida, nos cuenta su historia, y cómo desaparecían estudiantes de la universidad; estudiantes como él, como nosotros.

Nos dirigen hacia al pasillo y al doblar la esquina podemos ver luces estroboscópicas. El frío blanco de las luces, junto con la oscuridad envolvente, crean un efecto mareador; parece que el pasillo es más largo de lo que realmente es. Se comienza a sentir la tensión del grupo y esa sensación de que algo está a punto de pasar nos envuelve a todos. Se termina el pasillo con las luces estroboscópicas y, repentinamente a la derecha, de una esquina, sale una figura enorme. Está vestida de negro, y solamente puedes ver su silueta. No hace ruido alguno, solo avanza rápidamente por el pasillo y se escuchan los primeros gritos de la noche. Nos toma desprevenidos a todos; nos ordenan correr. Mientras avanzamos, más personas salen a asustarnos con algún ruido, aprovechando el factor sorpresa para sacar gritos de su público.

Llegamos al otro lado de Negocios, con la amenaza de que algo nos persigue. Bajamos las escaleras corriendo hasta que el guía, el hombre sin boca, nos lleva al pasillo que da hacia el jardín de la meditación. Hay otra pausa y habla un poco más con nosotros. Continuamos caminando, con el edificio a nuestra derecha. Personas salen de detrás de los pilares y logran asustar a alguna que otra persona.

Llegamos a la fogata, junto al jardín de la meditación. Se escucha lo que parece ser un rito, y hay mujeres haciendo gestos enfrente del fuego. Una chava viene hacia nosotros, solo que no está caminando, sino que está arqueada, como Reagan al bajar las escaleras en El Exorcista. Las brujas continúan haciendo su ritual y nos explican un poco sobre ellas, a quienes quemaron por herejes. La historia del Tour es elaborada, da una sensación de ser perseguido durante el recorrido; pero es solamente eso, una historia. No son las leyendas de la Universidad, sino algo nuevo. Todos ven a las mujeres hacer contorsiones extrañas, anonadados. Estamos involucrados en un baile donde ellas se acercan pero, en el último momento, se vuelven a alejar. Con un grito de “¡corran!”, comenzamos a avanzar. Pasamos los silos, detrás de Hacienda, y llegamos a una de las entradas del edificio.

Adentro está totalmente oscuro, apenas se puede ver un poco de luz entrar por una puerta abierta al final del pasillo. Mi corazón empieza a latir un poco más rápido, entre la adrenalina y el sentimiento opresor de Hacienda, los nervios se me ponen de punta. No sabes qué va a pasar, qué habrá al doblar la esquina. Salimos sin ningún susto, pero justo al salir de la puerta aparece una chava con un vestido negro y un velo. Saca unos sustos pequeños del grupo. Ella nos cuenta de un estudiante que pidió la ayuda de bruja; en un abrir y cerrar de ojos hay una chava sentada en la fuente, con un camisón ensangrentado. Ella también desapareció, y su cuerpo está colgado de uno de los árboles de Hacienda, o al menos eso nos dice. De entre las sombras de los pasillos, salen docenas de mujeres vestidas de negro hasta rodearnos. Nuestro guía nos pone a correr, y ellas nos persiguen hasta la puerta de Hacienda; los gritos siguen hasta llegar al Rodeo.

Bajamos la velocidad y caminamos por Humanidades. Algunos jadeamos por el esfuerzo, otros por el susto. Ahí entramos en un salón, y se escuchan comentarios sobre que ir a clases es lo que más da miedo. Dentro del salón, había una caja a la mitad del pasillo. Ya había personas adentro, y nos piden tomar nuestros lugares. Entra un hombre vestido de traje, prende el proyector y comienza a dar clase. Habla un poco más de la historia de Hacienda, y había una cierta tensión por parte del grupo, no saben qué esperar. El profesor habla y habla, y poco a poco hace más pausas; se quita el saco y afloja su corbata. Exclama, azotando el pie, que nos callemos. Los sonidos que él escucha vienen del contenedor en frente del salón. En uno de los gritos, una chava salta. De ahí todo sucede con rapidez. Las luces se apagan y se prenden para revelar una figura saliendo de la caja, con un alarido estruendoso; casi como una caja de música, de esas que hay que darle cuerda para que salga el payaso escondido en ella. Corremos fuera del salón, todo va bien, no hay muchos sustos, pero siguen los laboratorios de arte.

Antes de entrar, el guía rompe personaje y nos dice que si alguien en verdad no aguanta los sustos, que no entre. Aquellos que padecieran del corazón podían tomar otra ruta. Es una advertencia seria que aumenta la tensión entre los integrantes del grupo. Nadie lo hace, aunque una chava está a punto de irse. Pide que la abrace su amiga y descendemos al oscuro laboratorio de Artes Plásticas; la luz roja y el humo que nos rodean obstruyen la visibilidad. Una vez dentro, un grupo de estudiantes corre a nuestra derecha y se encierra dentro de la enorme jaula frente a ellos. Una de ellas queda afuera, y les pide a los otros que no hagan ruido, que ahí venía. A mi izquierda se escucha un golpe, y una chava da un pequeño grito. Es sobrecogedor, entre los crujidos de la jaula y las luces, no sabes qué esta pasando. Se puede escuchar cómo alguien le pega a la reja cuando siento unos dedos acariciar mi tobillo. Se me corta la respiración por un segundo; cuando volteo, hay una mano agarrando mi pierna con fuerza. Una persona vestida de negro está en el piso y no deja que me mueva. Siento un poco de desesperación, pero también preocupación por pisar a la chava. Al mismo tiempo que escucho un grito más adelante en la fila, la mano me suelta y podemos salir corriendo de ahí.

Pasamos por el pasillo de Ágora, en donde está el laboratorio de gastronomía. Las luces parpadean, y cuando volteo a mi derecha, hay un payaso en mi cara. Me alejo de él y seguimos avanzando, los gritos del grupo siguiéndonos. Llegamos al estacionamiento, y corremos una vez más. Una camioneta se prende repentinamente y toca el claxon. El conductor pisa el acelerador y se escucha el rugido del motor. Claro, estaba estacionada y nunca se mueve hacia nosotros, pero parece que en cualquier momento lo hará.

Nos paramos en la entrada de un laboratorio en Ingenierías. Siento una mirada detrás de mí, y al voltear puedo ver a dos personas disfrazadas en el techo del edificio. No se mueven, ni hacen ruido, solamente se quedan parados, viéndonos. Es tétrico, y una chava sigue mi mirada. Se acerca un poco más a su acompañante y vuelve a prestarle atención al guía. Ya casi termina el recorrido y cuando entramos al laboratorio podemos escuchar casilleros azotándose con fuerza. Estaba callado y hay luces estroboscópicas más adelante.

Un estudiante nos cuenta de su amigo y de un virus que se liberó en el laboratorio. Un gemido detrás de mí anuncia la llegada de los zombies. Comenzamos a correr y subimos unas escaleras. Mi corazón se acelera de la emoción, ningún actor nos había perseguido con tanta intensidad hasta ese momento. Finalmente, hay una buena razón para correr y salir de ahí. El guía nos lleva por un pasillo y nos topamos de frente con los zombies, intentamos dirigirnos hacia otro corredor solo para que éste también esté bloqueado. El tercero está vacío, y tomamos ese. Los zombies nos persiguen hasta salir del laboratorio. Varias personas gritan y paran de correr una vez afuera, pero también hay zombies esperándonos, y nos guían hasta el laboratorio de cómputo en Ingenierías. Ahí, todo está oscuro salvo por la luz de un proyector. Comienza un video, y nos detenemos a verlo. Algunos se quieren sentar, están exaltados por correr y ser perseguidos, pero no los dejan.

El video es cronológico, sobre la historia de las desapariciones en la Universidad. Durante la proyección, se mueven sillas y se escuchan golpes. Al final, aparece nuestra foto, la que habían tomado al principio del Tour; un golpe anuncia la salida de aquellos que estaban debajo de las mesas. Se hace un cuello de botella en la puerta, y nos persiguen hasta que salimos por ella. Una mujer me empuja para salir y siento un pequeño golpe de una cadena. Despedimos al Tour con los gritos de algunas de las chavas que vienen en el grupo y, finalmente, salimos vivos de aquella aventura llena de sustos y criaturas sobrenaturales.

Regina Rangel González

regina.rangelgz@udlap.mx

Last modified: 6 noviembre, 2017