Libros

Written by | Opinión

La semana pasada se conmemoró el Día Internacional del Libro. Ese día decidí ignorar por completo la mañanera. Probablemente no hice un gran trabajo porque a las 11 de la mañana ya me había quejado con dos personas sobre los dichos del presidente. Evitar a un hombre tan mediático como él es complicado. Traté de llenar mis redes sociales con fragmentos de poemas, dar retuits a librerías famosas, compartir textos sobre escritores famosos, etc.  

Decidí hacerlo no porque fuera un acto de rebeldía ignorar al presidente ni mucho menos, sino como un recordatorio de que la política es efímera y que los problemas siempre prevalecerán, cambian pero prevalecen. Sin embargo, los libros perduran. Algo debe decirnos Dante o Cervantes, que siglos después de sus muertes se siguen escuchando sus nombres en voces de lectores incautos que nunca se han acercado a su obra pero que saben que fueron importantes.

Me considero un lector. No de primer nivel, como Carlos Monsiváis, que leía de tres a cuatro libros diarios, pero por lo menos buen lector. El acto de la lectura fue muy bien retratado por Quevedo en cuatro líneas:

“Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos pero doctos libro juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos”.

Otra descripción tan precisa de la lectura sería difícil de escribir. La lectura es un acto solitario, individual. Se repite mucho y ya se consagró como un cliché: la calidad siempre es mejor que la cantidad. Bien pueden existir personas que leen cinco libros de poco valor al mes, tal vez algunos de Coelho (utilizarlo a él como ejemplo es otro cliché), como puede existir una persona que solo leyó Pedro Páramo en todo un año. Para mí es claro quien aprovechó mejor su tiempo.

Vivir en conversación con los difuntos no es una alegoría: leer un libro es conversar con su autor. Quien se acerca a un clásico se enfrenta a un conversación en la cual el interlocutor ya no existe en el mundo terrenal, pero sí en el mundo de las palabras.

Esta columna se llama Palabras Diáfanas, y creo que jamás expliqué al lector (si es que hay alguno) la razón de este nombre. Lo haré esta vez: si unimos palabras formamos líneas, si unimos líneas formamos párrafos, si formamos párrafos creamos textos. Lo diáfano es lo transparente y este espacio ha intentando partir de lo elemental para tratar de entender problemas complejos. Alguien de mi edad solo puede ver lo elemental. Dicen que la vejez te permite más profundidad, lo comprobaré en unos años.

Mis profesores me dicen que la teoría nos permite ver; continuando con su alegoría de los sentidos, creo que la literatura nos permite sentir. Tanto la teoría como la literatura se ven en un mismo formato: el libro.

Quisiera decir que son demasiado libros los que he leído, pero después de leer a Zaid te das cuenta de que no importa cuanto leas, nunca podrás abarcar todo, y, como ya nos dijo Quevedo, no se necesita leer todo. La lectura ha definido quién soy, al igual que ha muchos más, y espero que así siga siendo.

 

Alexis Murillo Corona

@AlexisMurilloC
alexis.murilloca@udlap.mx

 

Last modified: 29 octubre, 2019