PARA DIVERTIRSE, AL CIRCO

Written by | el Oído en la pared

oido-01No es un espectáculo circense, pero tiene el mismo efecto: uno ríe y llora a la vez. Las decisiones estudiantiles más importantes se toman ahí; y al tiempo, la gente brama, juega, grita, oye música y hasta chifla. ¿Cirque du Soleil? Más bien, el Consejo Estudiantil de la UDLAP (Ceudlap).

A las nueve de la noche del martes Ingenierías parece estar en silencio. Lo único que se escucha son los pasos de un estudiante que pasa apurado. Sin embargo, al subir las escaleras para acercarme al IA 215, las risas se cuelan por los pasillos. Se oyen alaridos navideños: “arre borriquito, arre burro arre, anda más deprisa que llegamos tar­de”. En cualquier otro momento del día, los estudiantes que cantan a gritos serían reprendidos por los profesores, pero ya no hay autoridad.

De acuerdo con el artículo 69 del Reglamento del Consejo Estudiantil, un estudiante cualquiera puede entrar a las sesiones del Poder Legislativo pidiendo permiso al Secretario de Juntas y exponiendo sus razones a las mesas directivas. A las nueve y cuarto el Secretario todavía no llega, pero los alumnos ya se están acomodando en las bancas de uno de los salones más grandes del edificio. Apenas y caben el centenar de personas que se reúne semanalmente. Cinco minutos después, uno de los representantes de escuela toma una silla giratoria y juega por el salón. Se para e invita a otra estudiante a que se siente para empujar el asiento dando vueltas. Otro más graba la escena y riéndose, grita: “Bienvenidos al buen Ceudlap”.

Me siento afuera del aula a esperar en el piso, helado. Algunos estudiantes me dirigen un “hola” al entrar. Otros pasan de largo. Llega un viejo conocido mío:
-No sabía que estabas en el Ceudlap – le digo con sorpresa.
-Lamentablemente, sí.- responde con una mueca y alzando los hombros.

Diez minutos antes de la hora sigo al Secretario de Juntas adentro del aula, cálida, para explicarle que quiero ver a mis representantes como una alumna común. Me señala amablemente que espere nuevamente afuera mientras observa a los estudiantes que hacen un ruido ensordecedor al acomodarse: apenas y nos podemos oír. Doy la vuelta y se cierra la puerta del IA 215.

Me coloco junto al salón y claramente se escucha un chiflido. “¡Cállense ya!”, “Llévele, llévele barato”, oigo los clamores que se cuelan por las ventanas. El Secretario pasa lista con dificultad, cada tres nombres de carrera se detiene para volver a silenciar a los asistentes.

Me invitan a pasar y expongo la razón por la que quiero entrar: ver a mis representantes en un día común. Las mesas directivas votan mi presencia de manera abierta, sólo una se opone. Me siento en uno de los tres lugares vacíos que quedan.

En la orden del día empiezan los anuncios de las mesas directivas. La mayoría de estos grupos pasa al frente para invitar a la gente a sus eventos. Mientras cada una expone, el salón recibe más y más gente. Algunos se sientan en el piso y junto a las paredes: el salón pasa de cálido a sofocante. La mesa de Danza se levanta para anunciar su presentación final e inmediatamente un coro en la parte de atrás grita: “¡Que bailen, que bailen!”. Esta clase de interrupciones sucede con distintas mesas, desde los gritos de la gente de Teatro que aprovecha cualquier comentario para explotar “¡Hache-U, uh, uh!” hasta los de Ciencias, que al final de una de sus presentaciones braman: “Nanopeda este viernes”. Después de cada exposición, el resto Poder Legislativo aplaude como autómata.

A mi alrededor, la gente juega en sus computadoras y tablets, sin oír nada de lo que pasa al frente. Luego de los anuncios empiezan los reportes bimestrales de las distintas comisiones. El representante de la escuela de Negocios toma la palabra para anunciar la propuesta de que los estacionamientos de bicicletas tengan techo, pero pocos hacen caso. En una de las esquinas del salón dos chicas hablan agachadas, para no ser descubiertas.

Nunca se pide orden, parece más efectivo que el Poder Judicial grite “cállense” o cada cierto tiempo se escuche un “shhhh” de las personas que apoyan a los que exponen. La Junta Académica Interna se levanta para dar su reporte. Su trabajo es representar los intereses de los estudiantes frente a profesores y administrativos. Exponen distintos casos de alumnos por escuela, y mientras, otros tantos se ponen audífonos para escuchar música. Las chicas de la esquina siguen contagiando su murmullo.

El olor a comida se mezcla con el ambiente encerrado. El representante de la escuela de Ciencias Sociales, para finalizar, alza la voz y dice: “Nosotros no sólo no podemos dedicarnos a hacer fiestas o eventos extracurriculares, nuestro deber como Poder Legislativo es representar a los estudiantes y eso nadie lo debe olvidar”. El Parlamento no aplaude sino hasta que el Secretario anuncia el final de la participación de la Junta Académica.

Otras dos comisiones dan su reporte. Una chica en la banca de junto juega solitario. Las diapositivas de los auditores tienen títulos con miles de signos de admiración. La tipografía que contrasta con el fondo recuerda a las páginas personalizadas de Metroflog.

Después de un par de preguntas acerca de las temidas auditorías se levanta la sesión. Son las últimas semanas de clases: hoy no habrá Comisión de tacos. Como hormigas ahuyentadas por veneno, el Poder Legislativo se desperdiga hacia las salidas de la Universidad. Ingenierías vuelve a quedar en completo silencio, los edificios no extrañan los villancicos.

JENNIFER MC NAMARA G.

jennifer.mcnamarags@udlap.mx

Last modified: 25 noviembre, 2014