Generación Y

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Se nos hace fácil mirar con menosprecio las escuelas públicas del país y tachar a los profesores que hacen marchas como perezosos, agitadores y parte de un sistema putrefacto. La cuestión es que nosotros somos parte de ese sistema. Hasta qué punto México no es primer mundo en educación por nuestra culpa.

Existen alumnos a los que no les interesan las clases, por lo que un 75 en el transcript les satisface. En ocasiones resultamos mediocres, no nos ponemos retos, porque creemos que no los necesitamos.

La vida la tenemos comprada; del bolsillo sacamos mil posibilidades porque creemos, ingenuamente, que somos los más especiales. Esto lo explica uno de esos personajes de internet que de vez en cuando tienen razón: Wait But Why, quien tiene una columna  en The Huffington Post donde habla acerca de por qué la generación Y, de cierto estrato social, es infeliz. Él llega a la conclusión de que esperamos todo rápido y en la mano: nos creemos especiales.

Sin embargo, esa actitud es parte de los problemas que aquejan al país, puesto que somos poco solidarios, y nos desentendemos de nuestra participación dentro de sistemas putrefactos. Por ejemplo, es sencillo señalar a los profesores que no están de acuerdo con la Reforma educativa, y no pensamos mucho en que hay maestros que no tienen un salario que les permita comprar comida que los nutra. ¿Dónde entramos nosotros en escena?

No es que seamos Madres Teresas que se propongan ayudar a la sociedad porque para eso se necesita vocación: no siempre existe en nosotros. Pero no hay que perder de vista que en el futuro, con el discurrir del tiempo, podemos llegar a dar clases, ¿y entonces qué? ¿estaremos preparados?

Quizá no seamos la generación del cambio: ninguna lo es por completo. Lo que sí podríamos ser es una generación que, en primer lugar, se pregunte qué hace en una universidad privada, y si eso lo define.

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Last modified: 26 enero, 2014