Poesía imprescindible

Written by | Ágora, Libro de la semana

Letanía de mis defectos

Soy vanidosa, déspota, blasfema;

soberbia, altiva, ingrata, desdeñosa;

pero conservo aún la tez de rosa.

La lumbre del infierno a mí me quema.

Es de cristal cortado mi sistema.

Soy ególatra, fría, tumultuosa.

Me quiebro como frágil mariposa.

Yo misma he construido mi anatema.

Soy perversa, malvada, vengativa.

Es prestada mi sangre y fugitiva.

Mis pensamientos son muy taciturnos.

Mis sueños de pecado son nocturnos.

Soy histérica, loca, desquiciada;

pero a la eternidad ya sentenciada.

La rebeldía no es una malformación del espíritu, ni una enfermedad de transmisión sexual. La rebeldía no es tan simple como una tos o una gripe; no hay jarabes, pomadas ni métodos naturales que acierten en asentar esa cualidad tan ricamente humana al tiempo que peligrosa. La rebeldía es un gen, una espina enterrada muy en el fondo, de forma imperceptible, mezclada con toda la carne de un neonato. Es un don arbitrario, extraordinario, que salva a toda la humanidad cada vez que un destello de esta rebeldía es liberada en la más remota acción e intención. La rebeldía es fascinante cuanto más incomprendida, porque no discrimina posición social, género ni profesiones: Es un milagro ciego que permite a la contemporaneidad toparse de frente con entidades burlescas que se mofan de las “buenas costumbres”, de las “buenas personas”, de la aparente cierta e innegable “bondad perpetua del mundo”. El rebelde se asfixia en inquietudes, y resguarda esa energía vital, cuestionadora, hasta que por fin su intelecto arriba a convencerse de las contradicciones que aprecia en el mundo… y estalla, finalmente. Así es como, en diversas áreas de la vida social, podemos hallar estas fenomenales criaturas que absortan nuestro entendimiento. A través del arte, la filosofía, incluso en la política (aunque menos comúnmente), refugiados bajo la bandera de un discurso imparcial, dirán que no buscan más que liberarse, ser ellos mismos en una realidad que se esfuerza por encerrarlos. Nada más falso, puesto que son perfectamente conscientes que su supuesta rebeldía desinteresada impele al resto, paradójicamente, a interesarse, a parecerse, a buscar los mismo: el cambio.

Guadalupe Amor, “Pita”, fue una poetisa que desde su trinchera explotó todo su potencial artístico pero también, rebelde. Fue una mujer voluptuosa, extravagante, única, atractiva y bella que, sin embargo, dejó bien claro a través de sus escritos que su figura de mujer atrayente no se basó únicamente en su físico, mismo que fue otorgado en ocasión fortuita, sino en la construcción de su interioridad, en su creatividad, en su portentoso intelecto y personalísimo temperamento. En “Poesía imprescindible”, Pita Amor retoma la rebeldía que experimentó durante los años de su vida para plasmarla en sonetos y décimas. Amor no es innovadora en cuanto a la estructura de su poesía; ella reside, más bien, en la temática que resuelve por utilizar, al tiempo que las palabras su mano redacta son sencillas, rimadas con una técnica natural, pero sobre todo con un sentimiento tan sincero y enérgico que convierte a su arte en un deleite de sedición que compagina con el de todos los lectores… y ya nos sentimos Amor, nos sentimos rebeldes.

 

Marco Árcega Corona

Last modified: 26 abril, 2016