Dolor olor a cempasúchil

Written by | Cinco pesos por pensamiento, Opinión

Siempre he sido una fanática empedernida de estas fechas. Me encanta el viento que enfría las narices de todos, mientras caminan en la calle muy contentos mientras ese sol otoñal que calienta, pero no quema, se oculta en el horizonte. Sin embargo, este año las cosas han sido muy diferentes, los rostros sonrientes ahora son solo pares de ojos que caminan con la mirada fija en el piso, apurados siempre por llegar a casa a quitarse el cubrebocas. Cambiamos sonrisas por un gesto cortés con la cabeza, y si son como yo, sonríen tontamente por instinto, tristemente ya nadie puede ver.

Decir que el COVID-19 se ha llevado mucho es poco, y es que se ha llevado a tanta gente, no hablo solo de los fallecidos y caídos, porque al menos ellos ya no sufren. Me refiero a la gente que ha perdido la fe, la esperanza y la felicidad cuando perdieron a un ser querido. No me malinterpreten, claro que perder a alguien en cualquier periodo de la historia es doloroso, pero siempre está la familia, los amigos y la gente, esa que te rodea, te abraza y te hace sentir un poco menos solo. Pero perder a alguien hoy en día es una videollamada de lágrimas sollozantes, mensajes de pésame y con mucha suerte, un ramo de flores o algo de comida entregado por manos desconocidas, gracias a alguna aplicación. Pero el amor y calor humano, ese que entibia el corazón, no es posible.

He sido lo suficientemente afortunada para no perder a nadie gracias a esta pandemia, pero mis allegados y mis amigos no han tenido la misma suerte.  Que espantoso es el sentimiento de querer abrazarlos y saber que estas a kilómetros de ellos, empeora un poco al pensar que, en ese abrazo de consuelo que anhelas, puedes terminar contagiándolos. Incluso ahora mientras escribo, los ojos se me aguadan pensando en los abrazos y mimos que tengo pendientes en diversos puntos del país.

Hace algunos años perdí a mi bisabuela, bisha para la familia, y hoy a años de su muerte me sigue doliendo su recuerdo. Hay miles de películas y canciones que hablan de lo mucho que festejamos a la muerte, pero nadie habla de cómo pasamos del dolor a la alegría, y cómo esa alegría sigue doliendo por mucho tiempo, incluso por siempre. Aún recuerdo el picor en la garganta de poner su foto por primera vez, y la segunda, y la tercera, ese picor nunca se va, y de acuerdo con mi abuela, nunca se irá.

No soy capaz de imaginar el picor en la garganta de una nación entera, de los millones de personas que tuvieron que añadir más fotos, más velas, por todos los que ya no están. Si soy honesta decidí que la cifra de fallecidos se quedara en eso, una cifra. Pero hoy no, hoy me duele como si hubiera conocido a cada uno de ellos, según los números, son casi 100 mil. Si aún no puedes humanizar el número, con la cantidad de fallecidos llenamos 20 mil coches de 5 asientos, atiborramos al máximo el Estadio Olímpico Universitario y quedarían más de 20 mil haciendo fila, estaríamos cerca de llenar el Estadio Azteca a su capacidad máxima. Imagina el Azteca completamente iluminado, cada vela es un ser perdido. Casi 100 mil velas nuevas, comidas recién hechas, casi 100 mil fotos nuevas en la ofrenda, mi corazón de pollo se apachurra nada más de pensarlo.

Espero que este día de muertos lo recordemos siempre, recordemos a quienes se han ido, pero agradeciendo que seguimos aquí con el dolor olor a cempasúchil y ese picor en la garganta. Entre la alegría de la celebración y el dolor de haber perdido.

Alexandra Rodríguez Cárdenas

alexandra.rodriguezcs@udlap.mx 

@trippiehippie00

Cinco pesos por pensamiento es la historia de una chica de 20 años escribe todo lo que quiere gritar y no puede, todo lleva experiencia personal y está firmado con sentimiento. La mayoría está como todo, entre la tragedia y la comedia.

Last modified: 3 noviembre, 2020