De camino a casa quiero ser libre, no valiente

Written by | Ceguera, Opinión

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Un día, me dijeron que mi falda estaba muy corta, que mi ropa podía ocasionarme un accidente con otros hombres, que mi sonrisa podía provocar malentendidos, que había cosas que no debía hacer o decir por ser mujer.

Otro día, a mi hermana le dijeron que no debía contestar al acoso callejero, porque siempre habría alguien más fuerte que ella. Le sugirieron no vestir ropa ajustada si no quería “despertar tentaciones” en la calle.

A otras las llamaron putas, por gustarle a muchos chavos o por rechazarlos, por salir solas de noche, por la manera en la que caminaban o por disfrutar de su sexualidad. Las señalaron culpables, por su manera de vestir, por estar borrachas, por ser mujeres.

Desde niñas, hemos sido educadas para creer que todo lo anterior está bien. Crecimos rodeadas de violencia minimizada o ignorada por quienes la cometen y hemos malamente aprendido que es algo que no se puede combatir, por lo que solo nos queda mantenernos en esta situación de vulnerabilidad y señalamiento constante.

Esto ha influido en la sociedad a tal nivel que algunos creen que la violencia de género no existe, e incluso ha llevado a otros a considerar que los sesenta y nueve feminicidios cometidos en Puebla en lo que va del 2016 son un caso aislado. O peor aún: que la responsabilidad del acoso o violación la tienen en gran parte las víctimas.

Hasta la fecha, ha sido más fácil tachar de locos o enfermos a quienes ejercen violencia de género, antes que aceptar que es un mal generalizado y ejercido por la mayoría de la sociedad. Tan es así, que solo nos atrevemos a reconocer el machismo a medida que este no nos involucre o afecte.

A fin de cuentas, la violencia de género no existe, como mujeres solo tenemos que apuntar el número del taxi al que nos subimos, caminar por las calles tratando de no “llamar la atención”, aceptar como cumplido cuando califican nuestra apariencia. Solo nos queda armarnos de valor y ser las “feminazis” que se rehúsan a tener miedo, ser las locas que no se quedan calladas ante el acoso, ser las “putas” que tienen el control sobre su propio cuerpo, y sobre todo, ser las exageradas que exigen sentirse libres y no valientes al volver a casa.

Cifras extraídas de Odesyr (Observatorio de Derechos Sexuales y Reproductivos)

Sara Achik López
sara.achiklz@udlap.mx
@SaraAchik

Last modified: 21 octubre, 2016